El desastre de la visita al Rancho Izaguirre; un grito de desesperación silenciado

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Lo que prometía ser un paso hacia la verdad y la justicia para cientos de familias mexicanas se convirtió en una escena de caos, frustración y desolación. Este jueves, el Rancho Izaguirre, identificado como un presunto centro de exterminio y adiestramiento del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), abrió sus puertas a madres buscadoras, colectivos, medios de comunicación y autoridades.

Sin embargo, lejos de ofrecer respuestas o esperanza, la visita dejó un sabor amargo de decepción y un eco de críticas por la evidente falta de atención a las víctimas de una de las crisis humanitarias más graves de México: las desapariciones forzadas.

El predio, ubicado a poco más de una hora de Guadalajara, había sido puesto bajo el reflector público tras el hallazgo del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco el pasado 5 de marzo. Restos óseos, hornos crematorios, y más de 1,300 objetos personales –zapatos, ropa, mochilas– evidenciaron el horror que allí tuvo lugar.

La expectativa era alta: las madres buscadoras, muchas de las cuales han dedicado años a rastrear a sus seres queridos desaparecidos, llegaron con la ilusión de encontrar indicios que les devolvieran algo de paz. Pero lo que encontraron fue un terreno desolado, “barrido” y desprovisto de las evidencias que ellas mismas habían documentado semanas atrás.

Desde el inicio, la desorganización marcó el tono del día. Colectivos de búsqueda de diversos estados, como Jalisco, Nayarit y Zacatecas, se enfrentaron a un cerco de seguridad que les impedía el acceso pleno al rancho. En un acto de desesperación, muchas madres rompieron las barreras policiales, exigiendo entrar al lugar que, según ellas, podría guardar las claves del destino de sus hijos, hijas, hermanos y esposos. “¡Queremos entrar!”, gritaban, mientras las autoridades intentaban controlar la situación con un plan que pronto se reveló insuficiente.

Una vez dentro, la indignación creció. Las zonas donde se supone que estaban los hornos y las fosas estaban acordonadas, inaccesibles. Los objetos personales, que habían sido fotografiados y catalogados como prueba del horror, habían desaparecido. “Nos trajeron a ver un terreno vacío”, denunció una madre entre lágrimas. Otra, arrodillada en el suelo, golpeaba la tierra con furia, asegurando que estaba hueca y que aún había restos por encontrar. “Esto está hueco, ¿por qué no cavan?”, clamaba.

Las madres buscadoras no tardaron en calificar el recorrido como “una burla” y “un museo del dolor”. “Veníamos a trabajar, a buscar, no a pasear”, expresó una integrante de los colectivos, reflejando la frustración de quienes esperaban participar activamente en la búsqueda, no ser meras espectadoras de un espectáculo mal orquestado. La ausencia de autoridades clave, como peritos o representantes que explicaran los avances de la investigación, agravó el sentimiento de abandono.

La visita al Rancho Izaguirre no solo expuso la desorganización logística, sino también la indiferencia institucional que las madres buscadoras han enfrentado por años. La Fiscalía de Jalisco, encargada del resguardo del predio desde septiembre de 2024, fue señalada por omisiones graves. Según la Fiscalía General de la República (FGR), las autoridades locales no procesaron adecuadamente las evidencias ni realizaron excavaciones exhaustivas tras el operativo inicial de la Guardia Nacional. Esta negligencia permitió que el lugar, que pudo haber sido una mina de información para identificar a las víctimas, se convirtiera en un terreno estéril antes de la llegada de las familias.

“No hay nadie que nos explique qué pasó aquí”, reclamaban las buscadoras, mientras acusaban a las autoridades de haber “limpiado” el sitio, eliminando cualquier posibilidad de hallar nuevas pistas. La falta de coordinación entre las instancias estatales y federales quedó al descubierto, dejando a las madres en un limbo de incertidumbre. “Nos engañaron, nos sentimos decepcionadas”, resumió una de ellas, encapsulando el sentir general de quienes vieron en esta visita una oportunidad perdida.

 

Foto: @marcelaturati


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