León XIV, el nuevo papa; con fuertes vínculos a América Latina

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Este 8 de mayo de 2025, la Iglesia Católica anunció la elección de Robert Francis Prevost como el nuevo papa, quien adoptó el nombre de León XIV. Este agustino estadounidense de 69 años, nacido en Chicago, se convirtió en el primer pontífice originario de Estados Unidos, rompiendo una tradición no escrita que evitaba elegir a un papa de una potencia mundial. Sin embargo, más allá de su nacionalidad estadounidense, lo que define a León XIV es su profunda conexión con América Latina, una región que ha marcado su vida y ministerio durante cuatro décadas.

Un perfil pastoral y moderado

León XIV es descrito como un hombre humilde, conciliador y de bajo perfil, cualidades que lo convirtieron en una figura de consenso durante el cónclave de 2025. Su elección, tras dos días de votaciones en la Capilla Sixtina, refleja la búsqueda de un líder capaz de mantener la unidad en una Iglesia diversa y polarizada.

Prevost, ordenado sacerdote en 1982, ha combinado una rica experiencia pastoral con roles administrativos clave en el Vaticano. Desde 2023, se desempeñó como prefecto del Dicasterio para los Obispos, un cargo que lo llevó a interactuar con líderes eclesiales de todo el mundo, consolidando su visión global de la Iglesia.

Su formación como agustino y su trayectoria lo alinean con el legado reformista del papa Francisco, con quien compartía una relación cercana. León XIV es visto como un continuador de las prioridades de Francisco, como la atención a los marginados, el diálogo interreligioso y la defensa de los derechos humanos.

Sin embargo, su enfoque moderado sugiere un estilo menos confrontacional, buscando tender puentes en un mundo marcado por conflictos geopolíticos, crisis migratorias y secularización.

Cuarenta años de vínculo con América Latina

La conexión de León XIV con América Latina comenzó en 1985, cuando llegó a Perú como misionero agustino, ya teniendo un sólido dominio del idioma español, siendo que su madre es de nacionalidad española.

Durante los siguientes 40 años, su vida estuvo profundamente entrelazada con el país andino, donde desempeñó roles como prior de su comunidad, director de formación y maestro.

En 2015, obtuvo la nacionalidad peruana, un reconocimiento a su compromiso con la región. Como obispo de Chiclayo y más tarde arzobispo emérito, Prevost se destacó por su trabajo pastoral en comunidades vulnerables y su enfrentamiento a la crisis del Sodalicio de Vida Cristiana, una organización peruana acusada de abusos.

Además de Perú, Prevost tuvo un rol significativo como presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, un organismo vaticano encargado de coordinar la labor de la Iglesia en la región. Este cargo le permitió conocer de cerca los desafíos de América Latina, desde la pobreza y la desigualdad hasta la defensa de los derechos indígenas y el medio ambiente.

Su experiencia en Perú y su trabajo en la comisión lo dotaron de una comprensión profunda de la realidad latinoamericana, donde reside cerca del 40% de los católicos del mundo.

Su ascendencia hispana y su dominio del español, junto con otros idiomas como el inglés y el italiano, han facilitado su integración en contextos latinoamericanos. Su labor pastoral también se extendió a otros países de la región, donde apoyó iniciativas de diálogo y reconciliación, resonando con el llamado de Francisco a construir una “Iglesia pobre para los pobres”.

La elección de León XIV ha generado entusiasmo en América Latina, particularmente en Perú, donde es visto como un “hijo adoptivo”. Líderes políticos y eclesiales de la región han destacado su cercanía con los pueblos latinoamericanos.

El gobierno colombiano, por ejemplo, felicitó a la Santa Sede y expresó su esperanza de que el nuevo pontífice fortalezca la misión pastoral en la región. También en México y Argentina celebraron la elección de un papa con raíces hispanas y experiencia en el continente, viéndolo como una señal de continuidad con el enfoque inclusivo de Francisco.

León XIV asume el trono de San Pedro en un momento de grandes expectativas y desafíos. Su capacidad para equilibrar diplomacia y firmeza moral será crucial para posicionar al Vaticano como un actor relevante en la escena global.


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