México ha dado un paso trascendental en la defensa de su soberanía alimentaria y su identidad cultural con la reciente aprobación en la Cámara de Diputados de una reforma constitucional que prohíbe el cultivo de maíz transgénico en el territorio nacional.
Este avance legislativo, impulsado por la presidenta Claudia Sheinbaum y respaldado por la mayoría de Morena y sus aliados, refleja un esfuerzo sostenido por proteger las variedades nativas de maíz, consideradas un pilar de la historia y la alimentación del país. Sin embargo, el camino hacia su implementación total aún enfrenta retos y debates que podrían definir el futuro agrícola de la nación.
Los antecedentes: una lucha de años
La discusión sobre el maíz transgénico en México no es nueva. Desde hace más de dos décadas, organizaciones campesinas, científicas y ambientalistas han alertado sobre los riesgos de la contaminación genética de las 59 razas nativas de maíz, un cultivo originado en Mesoamérica y profundamente arraigado en la cultura mexicana.
Bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador, se emitieron decretos en 2020 y 2023 que buscaban restringir el uso de maíz genéticamente modificado, especialmente para consumo humano, y eliminar gradualmente el herbicida glifosato. Estas medidas, sin embargo, chocaron con intereses comerciales, particularmente de Estados Unidos, principal exportador de maíz transgénico al país, lo que derivó en una disputa en el marco del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
En diciembre de 2024, un panel del T-MEC resolvió que las restricciones mexicanas al maíz transgénico carecían de suficiente sustento científico según los estándares del tratado, obligando al gobierno a aceptar la importación de este grano. A pesar de ello, la administración de Sheinbaum optó por una estrategia alternativa: blindar la prohibición del cultivo interno mediante una reforma constitucional, dejando intacta la posibilidad de importar maíz transgénico para usos industriales o forraje, pero protegiendo la siembra local.
El paso decisivo en la Cámara de Diputados
Ayer 25 de febrero de 2025, la Cámara de Diputados aprobó con 409 votos a favor y 69 en contra las reformas a los artículos 4 y 27 de la Constitución. El artículo 4 ahora reconoce al maíz como un «elemento de identidad nacional» cuyo cultivo debe ser «libre de modificaciones genéticas producidas con técnicas que superen las barreras naturales de la reproducción o la recombinación, como las transgénicas».
Por su parte, el artículo 27 obliga al Estado a promover la actividad agropecuaria con un enfoque en cultivos tradicionales, como el sistema milpa, libres de transgénicos.
Morena y sus aliados defendieron la reforma como una victoria para la soberanía alimentaria y la protección de la biodiversidad, argumentando que el maíz nativo es un legado que no puede ponerse en riesgo por intereses comerciales externos.
El siguiente paso: el Senado
Aunque la aprobación en la Cámara de Diputados marca un hito, la reforma aún debe pasar por el Senado, donde se espera que sea discutida en las próximas semanas, una vez que inicie el periodo ordinario de sesiones el 1 de marzo de 2025.
Dado que Morena y sus aliados cuentan con una mayoría calificada en ambas cámaras, es probable que la iniciativa sea ratificada sin mayores obstáculos. Sin embargo, la oposición podría intentar introducir modificaciones o retrasar el proceso, especialmente considerando las presiones externas de socios comerciales como Estados Unidos, que ya han advertido sobre posibles tensiones derivadas de esta política.
De concretarse en el Senado, esta reforma posicionará a México como uno de los pocos países en el mundo con una prohibición constitucional al cultivo de maíz transgénico, enviando un mensaje claro sobre la prioridad de su patrimonio biocultural sobre las demandas del comercio internacional.
Además, la reforma llega en un momento de creciente dependencia de las importaciones: en 2024, México alcanzó una cifra récord en la compra de maíz extranjero, lo que evidencia la brecha entre la autosuficiencia deseada y la realidad agrícola del país. Fortalecer la producción de maíz nativo requerirá inversiones significativas en los pequeños productores y en técnicas agroecológicas, un reto que el gobierno aún debe detallar.