No haber llegado a fin de mes o haber dormido en la calle, no se olvida jamás

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En la sociedad en la que vivimos, es muy fácil comentar cualquier cosa con una superficialidad absoluta; jamás consideramos que aquel individuo de la foto, o aquella persona que ostenta ahora una buena vida, haya tenido que pasar por sacrificios enormes para cumplir con sus sueños.

Claramente hay también personas que jamás han sufrido la pobreza ni el hambre, y me refiero a los hijos de grandes fortunas o actores de televisión o de la «nobleza».

Pero, la mayoría de los que llegan a prosperar en la vida, en algún momento lo pasaron muy mal y estuvieron al limite.

Hay muchas historias en Internet. Por ejemplo, se dice que Sylvester Stallone llegó a dormir un tiempo en la calle, y que Madonna tuvo que prostituirse cuando aún no era famosa.

Hoy os hablo de mi camino, como llegué a prosperar como empresario y como fueron mis comienzos.

 

He decidido escribir sobre mí porque ayer un usuario de Facebook comentó que no entendía cómo podía defender los derechos de los que no llegan a fin de mes y sufren de pobreza, cuando en fotos de Internet ceno en restaurantes de lujo, como en Trocadero o el Lago que son unos de mis restaurantes preferidos de la Costa del Sol.

 

Me llamo Marco Musumeci, tengo 48 años (los cumpliré el 8 de noviembre de 2022) y mi vida ha sido hasta hoy una completa aventura donde mi coraje, mi voluntad y mis ganas de superación me han llevado a donde me encuentro hoy en día liderando un nuevo movimiento político en Mijas (lee aquí el artículo de como nació #SoydeMijas).

 

Vengo de una familia de médicos. Mis padres me permitieron estudiar y me cuidaron siempre hasta que me marché de casa para enfrentarme a mi vida.

 

Desde pequeño me gustó la economía, y aunque estuviera aún en el Instituto, a los 13 años empecé a trabajar los sábados y domingos por las tardes, de 16 a 21 horas, en la discoteca de mi ciudad natal (Catania).

Gracias a ello me ganaba algo de dinero y me lo guardaba para poder comprarme la ropa que me gustaba y poder salir con mis amigos.

 

Mis padres no me daban dinero, tampoco cuando salía. Recuerdo muy bien que cuando todos mis amigos podían comprarse una pizza o una hamburguesa, yo no tenía como pagarla, y siempre decía que no tenía hambre.

 

El hecho de que de niño y adolescente no recibiera dinero de mis padres, fue la razón que me empujó a trabajar los fines de semana, organizando fiestas en búsqueda de mi prosperidad.

 

Me iba a la discoteca de escondidas y mis padres no sabían que trabajaba. Se lo revelé después de 3 años cuando a los 16 años organicé la fiesta de mi Instituto (1200 personas) y llegué a casa de madrugada con 2 millones de liras en el bolsillo.

Aún recuerdo la cara de estupefacción de mis padres cuando les fui tirando a la cama por la mañana todos los billetes que había ganado aquella noche y eran todos billetes de 1000 liras (unos 2000 billetes). Desde pequeño aprendí a superar todas las adversidades y siempre vi oportunidades donde otros veían problemas.

 

De 9 a 12 años me hicieron bullying escolar porque empecé a estudiar casi 2 años antes que el resto de niños. Por ello, al ser el más pequeño, siempre me apartaban de todo y me hacían un vacío. Fueron años donde sufrí en silencio esperando cumplir los 13 años y cambiarlo todo.

 
 

Y así fue. Cuando cumplí los 13 años y fui al Instituto me convertí en uno de lo estudiantes más populares, dejando atrás en el olvido aquellos compañeros de clase que un día me apartaron.

 

Hoy en día, a cualquier edad, quienes hacen bullying, lo hacen por ser cobardes y porque saben que probablemente eres mejor que ellos, y por ello intentan apartarte.

 

No tienes que permitirlo nunca y jamás te rindas ante una situación como esa, aunque sea insostenible. Todo puede cambiar de un día a otro si tú te lo propones.

Mi llegada a España:

Conocí España a través del proyecto Erasmus (estudié en Zaragoza del 1994 al 1995) y terminé mis estudios universitarios redactando una tesis universitaria en Chile.

El viaje a Chile fue de lo más aventurero de mi vida. Recuerdo que me monté en un avión en diciembre de 1997 en un viaje que duró casi 24 horas, y sin tener siquiera un hogar donde dormir en Santiago de Chile.

 

Mi esperanza era la de conocer en el avión a otros estudiantes que viajaran de vuelta a su país, y me ayudaran a encontrar un hostal o un piso compartido donde alojarme.

 

Y así fue. Tuve la suerte de conocer un estudiante que volvía de Inglaterra y me dijo que me presentaría un amigo que estudiaba en la misma Universidad donde iba a ir yo, y que me ayudaría el mismo día que llegáramos; dormiría en su casa hasta encontrar un hogar.

 

Terminada mi tesis universitaria y una vez logrado mi título de Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, me hice la maleta y me volví a Zaragoza.

 

Mi presupuesto económico era bajísimo y me alojé en un piso en el casco viejo de Zaragoza en la Calle Candalija donde vivíamos 9 personas.

 

Para poder tener tiempo libre entre semana, y así encontrar mi negocio, trabajaba los jueves, viernes y sábado detrás de la barra de un disco-pub.

 
 

Eran los tiempos de las pesetas, nuestra antigua moneda.

 

Mi sueldo era muy justo; podía permitirme ir al cine una vez a la semana, los miércoles, en el día del espectador, y una vez al mes al McDonald’s, que recién llegado a España era un lujo.

 

Mi comida del día a día eran espaguetis con salsa de tomate; solía cocinar un kilo y guardarlo en la nevera. Cuando se acercaba fin de mes, era difícil porque ya no tenía dinero. Aún recuerdo como a veces apartaba moho de la comida de la nevera que dejaban mis compañeros para comerla, y cuando ya no quedaba más comida, llamaba a amigos que vivían con sus familias para ir a comer a sus casas.

 

Recuerdo que pasé un año sin dinero, no podía comprarme ni calzoncillos ni calcetines. Mi madre, por aquel entonces, se reía cuando se lo contaba, y para consolarme me decía que los jóvenes americanos no llevaban nada de bajo de los vaqueros, así que, que no me preocupara por ello.

 

Premisa: mis padres me avisaron que, si me iba a España, no me ayudarían de ninguna forma, y que no les pidiera dinero; en todo caso solo me mandarían dinero para volver a Italia.

Durante aquellos primeros años en Zaragoza, viví al límite de mis posibilidades, eso me ayudó a profundizar en los valores de la vida como la amistad, el ayudar al prójimo y a compartir lo poco que tienes con quienes lo necesitan más que tú.

 

Cuando ya cumplía 5 años en la búsqueda de mi futuro profesional, finalmente se me ocurrió una idea estupenda: una noche, de fiesta, deseaba inmensamente poderme lavar los dientes, pero no había oportunidad ni medio de hacerlo y así es como me surgió la idea de construir una máquina expendedora de kits dentales para que cualquiera se pudiera lavar los dientes en los baños públicos.

Damas y caballeros ya tenía la idea del negocio perfecto. Pero no tenía ni un duro en el bolsillo.

 

Esto le habrá ocurrido a miles de personas en la vida: tener una idea espectacular y, a la hora de realizarla, no tener dinero ni para empezar.

 

Debía claramente encontrar los medios para poder realizar este gran negocio que además habría cambiado los hábitos higiénicos de toda una generación. Después de darle cientos de vueltas entendí que mi fuente de riqueza se basaba en mi persona, en como era capaz de transmitir mis emociones y mis ideas a los demás.

Por ello, me armé de voluntad y estuve durante un año mandando emails a empresas de China e India presentándoles mi proyecto y el éxito que habría tenido aquello (hay millones de baños públicos en el mundo).

 

Durante los primeros 6 meses recibía negativas y me pedían de vuelta un dinero que yo no tenía, hasta que un día di con un joven chino (que a día de hoy es uno de mis mejores amigos). Este joven, que se llama Jack, tenía las mismas ambiciones que yo y su sueño era el de construir algún día una fábrica de cepillos de dientes. Mientras tanto trabajaba de comercial para otra fábrica en la ciudad de Yangzhou.

 

Al explicarle mi idea, entendió en seguida su potencial, y nos convertimos en socios inmediatamente. Él consiguió que la fábrica pagara un molde de inyección y fabricara los primeros 1000 kits dentales.

También me ayudó a diseñar en 3D mi idea de kit dental (lo diseñé con una forma de pintalabios y en 10 colores coleccionables).

 

La misma semana que encontré a mi «alma gemela» en China, también me contestó una empresa de la India que se enamoró de mi proyecto, y me dijo que me fabricaría mis máquinas expendedoras en su taller, y que no me preocupara del desarrollo inicial. Le pedí que me fabricase 2 prototipos y que me los enviara a España para probarlos.

Después de un par de meses finalmente tenía en mi habitación (en el piso que compartía con 9 personas) 1000 kits dentales (100 de cada color) y 2 máquinas expendedoras.

Ahora venía la tarea más difícil que era buscar distribuidores exclusivos en España. La palabra «exclusiva» es muy atractiva cuando se trata de algo novedoso, y lo mío lo era.

Ofrecía los kits dentales a 0.15 euros unidad y las máquinas expendedoras a 35 euros unidad (era el año 2004). El coste promedio de una máquina expendedora en España aquel entonces era de 200 euros unidad así que mi precio de venta a 35 euros unidad era un chollo.

 
 

Antes de empezar a buscar distribuidores, necesitaba patentar mis diseños industriales en Europa y descubrí una página web para ello, antes se llamaba OAMI y hoy en día se llama EUIPO. Los 2 registros europeos me costaban 800 euros, hablé con mi compañera de aquel entonces que era alemana y trabajaba para Schlecker y accedió a prestarme el dinero.

 

Una vez que mis diseños ya estaban protegidos, y con las patentes industriales en la mano, tenía que empezar a buscar distribuidores.

 

Se hablaba por aquel entonces de tener una página web para que te vieran en todas partes, como una tienda pero a la vista de todo el mundo. Aquello era novedoso, pero accesible a pocos.

 

Llamé por teléfono a mi amigo Luis, que por aquel entonces sabía diseñar webs, y él, con la máxima simplicidad, me dijo: «Ven a verme que en una hora te enseño a crear webs con el programa dreamvweaver».

 

Finalmente compré un dominio, diseñé mi página web y la publiqué en varios idiomas (en mi piso de 9 personas siempre venía gente de todo el mundo y me ayudaron con las traducciones).

Ya tenía patentes industriales, una pagina web online, 2 máquinas expendedoras y 1000 kits dentales. Solo faltaba encontrar distribuidores.

 

Olvidaba decir que no tenía Internet en mi piso y tampoco había el 3G, 4G o 5G de hoy, y los móviles eran solo para llamar y mandar sms, no eran los de hoy en día.

 

Así que, para conectarme a Internet, tenía que ir a un locutorio, en la Plaza del Pilar de Zaragoza, y esperar mi turno para sentarme delante de una computadora.

 

Mi suerte fue que ese mismo año llegó online InfoJobs, un portal de Internet de búsqueda de empleo, que además se promociona mucho en la televisión.

 
 

Decidí abrir allí un perfil de empresa para anunciar lo mío. Pero el problema era que no se permitía buscar distribuidores sino solo ofrecer puestos de trabajo, así que cada cuenta que creaba a la semana me la cerraban hasta que entendí como publicar de forma que me lo permitieran (seleccionaba la opción de buscar comercial y, al tener página web, las personas interesadas iban de este portal a mi web y me empezaban a llamar).

 

Así que llegó el día en que cada día me llamaba más gente y todos querían ir a verme. Pero, no tenía ni oficina ni un piso decente. Solo una habitación en un piso de 9 personas.

¿Donde los iba a recibir? Otro problema logístico a resolver.

Allí la suerte me acompañó otra vez: una tía de una amiga se iba de viaje a su país durante unos meses y le dejó las llaves de su hermoso piso para que se lo cuidara. Aquello se transformaría en mi oficina, un lugar hermoso donde recibir mis primeros clientes. En menos de 30 días logré vender las exclusivas de todas las provincias de España generando más de 300.000 euros.

 

Cada uno de los que llegaban a Zaragoza se iban a casa con un contrato de exclusividad, copias de las patentes industriales y mi compromiso de realizar los primeros contenedores de mercancía, una vez vendido todas las provincias de España.

 

Toda esta gente confió en mi profesionalidad y honestidad. Desde el momento que les conocí fui sincero, y les dije que en el primer pedido, había que juntar dinero para conseguir comprar los contenedores y que después ya tendría stock guardado.

 

Finalmente llegaron los contenedores, pude alquilar una nave para tener guardado el stock y tenía ya dinero suficiente para mudarme a un piso, todo mío con mi propia conexión a Internet.

Tenía delante una inversión muy grande y necesitaba un coche para moverme y un amigo me vendió por 300 euros un Renault 5 sin calefacción. Me acuerdo que cuando llegó el invierno en Zaragoza tenía que llevarme una manta en el coche y ponérmela encima para no congelarme.

 

Han sido varias las personas que se montaron en mi Renault 5 sin calefacción compartiendo la manta conmigo. Es que aquel entonces no todos tenían coche y era un lujo moverse con 4 ruedas.

Llega al mundo Google Adwords:

 

El lanzamiento de Google Adwords cambió el mundo. Recuerdo aún cuando hablé por teléfono con el equipo de Google; esta llamada creo que me costó cara (no había las tarifas de hoy en día). Les presenté mi proyecto, les gustó y me ayudaron a crear las campañas publicitarias de Google Adwords con destino a todos los países del mundo. Con sólo 20 euros al mes llegué en menos de 1 año a más de 100 países del mundo.

Fabricaba máquinas expendedoras de kits dentales para que funcionarán con cualquier moneda del mundo. Después de un año comencé a fabricar también los primeros alcoholímetros públicos a monedas del mundo y a día de hoy colaboro con los cuerpos de seguridad de muchos países con campañas de prevención sobre abuso de alcohol y seguridad vial. Hoy en día, después de tantos sacrificios, tengo mi hogar, el coche que me gusta conducir y tal como aquel usuario de facebook indicó en su comentario, a veces para celebrar algún acontecimiento voy a cenar a restaurantes considerados de lujo.

 

Pero hay una cosa que aquella persona desvirtuó en su comentario, y es que no se puede juzgar a una persona sin conocer primero su pasado.

Es muy fácil hablar de los demás y juzgarles sin conocerles.

Hoy, junto a mis compañeros/as de #SoydeMijas lucho para defender los derechos de los más desfavorecidos y aunque mi situación familiar ya sea distinta, jamás olvidaré cuando tenía hambre, no llegaba a final de mes y tuve también que dormir en la calle.

 

Hoy con 48 años y cerca de cumplir medio siglo, es mi deseo poder ayudar a los demás a que tengan las oportunidades que se merecen y que puedan desarrollarse en igualdad de condiciones, por ello lidero el proyecto político #SoydeMijas camino de las próximas elecciones municipales de 2023.

Si deseas conocer nuestro programa electoral y sus 10 puntos puedes encontrarlo en la página web: www.soydemijas.com

 

Hoy has podido conocer un poco más de mi vida.

 

Mañana puede que seas tú el que cuentes la tuya y otros te leerán.

 

Marco Musumeci
Economista y Filántropo


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