Si un hombre te dice que pareces un
camello, no le hagas caso; si te lo dicen
dos, mírate en un espejo.
Proverbio árabe
Alejandro Moreno, presidente actual del PRI (Partido Revolucionario Institucional), es transparente, de fácil definición, un arquetipo en sí mismo, un clásico tardío de las lides políticas mexicanas, su sola presencia revela su esencia, sus objetivos en la vida y la etiología de su prepotencia y narcisismo, podemos ubicarlo con solo verlo y escucharlo; carente de luces intelectuales, con su rostro deformado por las operaciones, con el botox deformante al estilo de Lyn May o Lucia Mendez, su postura de fortachón gorilesco sacado de aquel cómic sesentero de Archie, su figura de tackle de fut bol americano, un lenguaje soez y el autoritarismo innato.
Alejando Moreno que ¡se hace llamar Alito!, seudónimo que es como una confesión de parte, representa el patetismo de la decadencia del PRI, enfermizo, pintoresco y de pena ajena. Es lo que parece.
A pesar de la risible, vergonzante y desvergonzada campaña de los medios del viejo régimen defendiendo al presidente del PRI, la mayor parte de la gente capta quien es “Alito” con sólo verlo y escucharlo, no se diga si escarbamos en sus antecedentes, su enriquecimiento al amparo del poder, su forma mafiosa y gansteril de operar, sabemos bien sus dichos y sus hechos, pocos políticos tan descaradamente transparentes; grotesco y picaresco pero ciertamente peligroso, narcisista egocéntrico, amante del poder y el dinero procedente de las cloacas más infectas de la convulsiva y compulsiva historia del partido.
El PRI fue el partido de la ambigüedad, era de los trabajadores y también de los empresarios, replicante y aplicante de la política del “garrote y la zanahoria”, inventor de una amalgama política conocida como “bonapartismo mexicano”; en sus entrañas participaban nacionalistas provenientes de la Revolución mexicana, oligarcas codiciosos, sectores populares como obreros y campesinos, artesanos y gremios diversos, intelectuales de alto calado, lúmpenes golpeadores, halcones y políticos corruptos, adictos al poder económico y político, era el partido de México.
Afuera del PRI sólo el conservadurismo eclesiástico derrotado, que fundó el PAN para contrarrestar las políticas nacionalistas Revolucionarias de Lázaro cárdenas desde una derecha clerical y fascista y la izquierda dividida, minoritaria y testimonial, ante la aplanadora priista; el PRI fue hasta 1988 la totalidad del ser político nacional .
Las corrientes internas se domeñaron siempre al interés del estado mexicano, así Lázaro Cárdenas continúo en el PRI a pesar de los pesares, no hubo disidencias importantes contra Gustavo Díaz Ordaz o Echeverría en las masacres de Tlatelolco y San Cosme, siempre sometido al interés superior del estado, el PRI fue un organismo compacto, hasta que se impusieron los neoliberales, que coincidían con las posturas del PAN, que en realidad eran panistas disfrazados de priistas como Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo; con la imposición del régimen neoliberal, el PRI se rompe y es tomado por una nueva clase política educada en Estados Unidos con la finalidad de sepultar la herencia de la Revolución mexicana, fue en realidad un “harakiri”.
Con el vientre desgarrado regaron sangre y viseras por todos lados, sobreviviendo el lado lumpen del partido que tomó el control; en los años sesentas o setentas Alito Moreno jamás hubiese sido presidente del PRI, a lo sumo hubiera llegado a sargento de los halcones que masacraron a los estudiantes el 10 de junio de 1971, es una tragedia bufa lo que le ocurre al PRI ¡un heredero de los halcones de la masacre de San Cosme dirige al partido!
Las diferencias políticas, éticas, estéticas, expresivas y oratorias entre Rafael Pascasio Gamboa, primer presidente del partido ya con el nombre del PRI y Alito son significativas, revelan la trayectoria entre la cima y la sima, diferencias que expresan de manera nítida la transformación de una institución gigantesca, a una rémora y una simulación, Alejandro Moreno es la ruina.
La televisión sionista de México ha hecho el ridículo en su intento por defender y glorificar a “ALITO”, llegan a la cursilería más delirante, la definición exacta de la pena ajena, como en las palabras de Enrique Krauze que hablando sobre Alejandro “Alito” Moreno escribió: “se perfila como una luz cegadora que desafía al poder de facto, recuerda la valentía de Belisario Domínguez que desafío al dictador Huerta”.
¡Alito una luz cegadora! ¿es en serio Enrique Krauze?