Durante los primeros días de octubre de 2025, el oriente de México enfrentó un desastre natural sin precedentes, con inundaciones masivas que cobraron decenas de vidas y afectaron a miles de personas en Veracruz, Hidalgo y Puebla. Estas catástrofes fueron consecuencia de una combinación meteorológica excepcional, donde sistemas tropicales remanentes, frentes fríos y patrones atmosféricos interactuaron para producir lluvias torrenciales.
A continuación, se explica de manera clara cómo se desarrolló este fenómeno, con base en información del Servicio Meteorológico Nacional (SMN) de la Conagua y el análisis de especialistas.
Un año de precipitaciones récord
El 2025 ha sido un año de lluvias intensas en gran parte del territorio mexicano, con registros que superaron los promedios históricos. Según el SMN, el país acumuló precipitaciones muy por encima de lo normal, y septiembre ya había mostrado volúmenes excepcionales, preparando el terreno para los eventos extremos de octubre.
En el oriente del país, la influencia del Golfo de México ya mantenía condiciones húmedas y cálidas. Sin embargo, las lluvias del 6 al 10 de octubre alcanzaron niveles extraordinarios, con precipitaciones puntuales de hasta 150 milímetros en 24 horas, catalogadas como “intensas” por el SMN. Esto rebasó la capacidad de ríos, presas y suelos, provocando desbordamientos y deslaves.
Los sistemas tropicales: detonantes principales
El origen inmediato de las lluvias estuvo en los remanentes del huracán Priscilla y la tormenta tropical Raymond, ambos formados en el Pacífico mexicano. Aunque se debilitaron antes de tocar tierra, sus restos cargados de humedad avanzaron hacia el interior del país.
El meteorólogo Isidro Cano explicó que esta dinámica, habitual en temporada ciclónica, fue particularmente intensa este año:
“Los remanentes de Priscilla y Raymond se combinaron con corrientes de aire húmedo del océano, generando nubes cargadas que descargaron sobre el oriente.”
El doctor Arturo Quintanar, científico del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la Universidad Nacional Autónoma de México, de igual forma coincide en que se conjuntaron múltiples eventos meteorológicos, destacando también la llegada de humedad desde el litoral del Golfo de México, generando que toda esta humedad desde ambos frentes, terminara quedando «atrapada» en esta región del país, generando tormentas de gran intensidad en un periodo corto de tiempo.
Asimismo, el SMN identificó que estos sistemas interactuaron con la onda tropical número 37 y una vaguada en altura —una zona de baja presión en niveles superiores de la atmósfera—, lo que creó condiciones ideales para lluvias prolongadas y persistentes.
De forma simplificada, puede imaginarse el proceso como una “fábrica de lluvia”: el océano Pacífico calienta el aire, este asciende, se enfría y forma nubes densas. Al desplazarse hacia el este, las masas húmedas chocan con la Sierra Madre Oriental, elevándose aún más y liberando enormes volúmenes de agua.
El papel de los frentes fríos y la interacción atmosférica
Además de los ciclones, el frente frío número 7 —proveniente del norte— fue clave. Al chocar con el aire cálido y húmedo del sur, se generó una inestabilidad atmosférica que multiplicó la intensidad de las lluvias.
El aire frío descendente forzó el ascenso del aire cálido, generando tormentas masivas y estacionarias. El SMN confirmó que esta interacción convirtió lo que habría sido un evento moderado en un episodio extremo y devastador.
El meteorólogo José Martín Cortés advirtió en redes especializadas que septiembre ya había sido muy lluvioso, y que la persistencia de circulaciones ciclónicas en octubre mantuvo atrapada la humedad sobre el oriente, impidiendo su disipación.
El SMN y la Conagua continúan monitoreando el comportamiento atmosférico y fortaleciendo los modelos de pronóstico, pero recalcan la urgencia de reforzar la cultura de prevención y la planificación territorial.
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