Paz para Gaza, reunión con Vance y paseo en Papamóvil; así fue el último día del Papa Francisco

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El domingo 20 de abril de 2025, el Papa Francisco vivió sus últimas horas con la misma intensidad espiritual y compromiso humano que caracterizaron su pontificado. A pesar de su frágil estado de salud tras una hospitalización de 38 días por una neumonía bilateral, el Sumo Pontífice mantuvo una agenda marcada por gestos de cercanía, diplomacia y esperanza, dejando un legado imborrable hasta el final.

Un amanecer en Santa Marta: el encuentro con J.D. Vance

El día comenzó en la Casa Santa Marta, la residencia vaticana donde Francisco residía, un lugar que reflejaba su estilo austero y cercano. A las 11:30 de la mañana, el Papa recibió a J.D. Vance, el vicepresidente estadounidense, en un encuentro privado que, aunque breve, tuvo un peso simbólico importante.

La reunión, que duró apenas unos minutos, fue descrita por el Vaticano como un «intercambio de felicitaciones pascuales», coincidiendo con el Domingo de Resurrección, una de las fechas más significativas del calendario cristiano.

Francisco, sentado en una silla de ruedas debido a su delicado estado de salud, recibió a Vance con calidez. Según un video difundido por el Vaticano, el vicepresidente expresó su alegría al verlo: «Es un placer verle en mejor estado de salud. Gracias por recibirme. Rezo por usted cada día. Que Dios le bendiga».

A cambio, Francisco obsequió a Vance una corbata con el escudo vaticano, rosarios y tres huevos de chocolate para sus hijos, un gesto sencillo pero cargado de significado, que reflejaba la humanidad del Papa incluso en medio de tensiones diplomáticas.

El encuentro no estuvo exento de trasfondo político. Francisco había criticado previamente las políticas migratorias de la administración de Donald Trump, especialmente los planes de deportaciones masivas. En febrero de 2025, el Papa envió una carta a los obispos estadounidenses en la que defendía la «dignidad infinita» de los migrantes, en una aparente respuesta a declaraciones de Vance, quien había sugerido que la doctrina católica respaldaba dichas políticas. A pesar de estas diferencias, la reunión fue un intento de acercamiento entre la Santa Sede y Washington, marcada por la diplomacia vaticana y el deseo de Francisco de tender puentes, incluso con quienes discrepaban de su visión.

La bendición Urbi et Orbi: un mensaje de esperanza

Tras el encuentro con Vance, Francisco se preparó para uno de los momentos más esperados del día: la bendición Urbi et Orbi, impartida desde el balcón central de la Basílica de San Pedro. A pesar de sus problemas respiratorios y la recomendación médica de limitar sus apariciones públicas, el Papa decidió estar presente, demostrando su compromiso con los fieles. Alrededor de 35,000 personas llenaron la Plaza de San Pedro, expectantes por ver al Pontífice, quien apareció en silla de ruedas, sin las cánulas nasales que había usado en semanas recientes.

Debido a su débil voz, Francisco delegó la lectura de su mensaje pascual al arzobispo Diego Ravelli. En él, el Papa abordó las crisis globales con su característica claridad moral: denunció el «desprecio hacia los más débiles, los marginados y los migrantes», llamó a un cese al fuego en Gaza, pidió la liberación de rehenes y abogó por ayuda humanitaria para los necesitados.

«Pido una vez más», dijo, “un alto el fuego inmediato en la Franja de Gaza, la liberación de los rehenes… y el acceso a la ayuda humanitaria”. Sus palabras hicieron un nuevo llamamiento a la comunidad internacional para que actúe y «acuda en ayuda de un pueblo hambriento que aspira a un futuro de paz».

Las oraciones del Papa se extendieron a las comunidades cristianas del Líbano y de Siria, «que actualmente viven una delicada transición en su historia», e instó a toda la Iglesia «a tener presentes en sus pensamientos y oraciones a los cristianos del amado Oriente Medio.»

«¡Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo!», lamentó, instando a la humanidad a recuperar la esperanza y la confianza en el otro.

Un último paseo

Tras la bendición, Francisco sorprendió a los presentes al subirse al papamóvil, un gesto que no realizaba desde hacía meses. Recorrió la Plaza de San Pedro y parte de la Vía de la Conciliación, deteniéndose para bendecir a bebés y saludar a los fieles, quienes lo aclamaron con gritos de «¡Viva el Papa!» y aplausos.

El resto del día transcurrió en la intimidad de Santa Marta, donde Francisco, agotado pero sereno, continuó su convalecencia.

El último día de Francisco fue un reflejo de su pontificado: marcado por la humildad, la defensa de los vulnerables y el diálogo, incluso en circunstancias adversas. La muerte del Papa Francisco cierra un capítulo en la historia de la Iglesia, no obstante que su legado, perdurará.


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