La sociedad exige sanciones ejemplares para Pavel Laurel y los empleados agresores, la destitución inmediata de Erick Vieyra y una investigación a fondo
Toluca, EdoMéx.- Lo ocurrido en la Preparatoria N.° 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México no puede quedar en el olvido. Un profesor, Pavel Laurel Gardeazábal, agredió físicamente a un estudiante por el simple hecho de no compartir su apoyo a la candidata a la Rectoría, Eréndira Fierro. Pero este acto de violencia no fue un hecho aislado: el director del plantel, Erick Vieyra, está señalado como el principal responsable, pues según testimonios confiables, ordenó reprimir cualquier muestra de disidencia durante la visita de la aspirante.
A la agresión física se sumaron gritos de odio e incitación a la violencia por parte de otros empleados, quienes incluso utilizaron objetos como un paraguas para golpear al joven. Lo más grave es que, a pesar de que el video de los hechos circula ampliamente en redes sociales y ha provocado indignación, las autoridades universitarias guardan un silencio. Ni la UAEMéx ni la Fiscalía del Estado de México han tomado cartas en el asunto, como si la agresión a un estudiante fuera un asunto menor.
Pero esto no es todo. La Preparatoria N.° 2 lleva semanas siendo utilizada como plataforma política para beneficiar a una candidata. Erick Vieyra, quien además es Consejero Universitario, ha violado descaradamente las reglas del proceso electoral: llevó a estudiantes menores de edad a mítines en horario de clases, organizó eventos con claros tintes de campaña y trató con desigualdad a las aspirantes, privilegiando a una con actos masivos mientras a otra la recibió sin las mínimas condiciones de equidad.
Si la UAEMéx se precia de ser una de las mejores universidades públicas del país, no puede permitir que la violencia y la parcialidad manchen su proceso electoral. La sociedad exige sanciones ejemplares para Pavel Laurel y los empleados agresores, la destitución inmediata de Erick Vieyra y una investigación a fondo por parte de las autoridades correspondientes. De lo contrario, no solo se perderá la credibilidad de este proceso, sino que se enviará un mensaje peligroso: que en esta casa de estudios, la fuerza y el abuso de poder pueden imponerse sobre la razón y el diálogo.
El silencio ya no es una opción. La universidad debe actuar ahora.