En un contexto de creciente tensión comercial entre México y Estados Unidos, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, ha emprendido una intensa misión diplomática en Washington para evitar la imposición de nuevos aranceles que amenazan con alterar el equilibrio económico de la región.
A pocos días de que venza el plazo establecido por el presidente estadounidense Donald Trump para aplicar un gravamen del 25% a las exportaciones mexicanas, Ebrard se encuentra en el epicentro de las negociaciones, defendiendo los intereses de México y buscando preservar la estabilidad de una relación comercial que es vital para ambas naciones.
Desde que Trump asumió la presidencia en enero de 2025, ha reiterado su intención de imponer aranceles como parte de su agenda proteccionista, argumentando la necesidad de proteger la industria estadounidense y presionar a México en temas como migración y seguridad. Inicialmente, el plazo para la aplicación de un arancel generalizado del 25% estaba fijado para el 4 de marzo, pero tras rondas previas de diálogo, se logró una suspensión temporal que ahora expira el 2 de abril. Sin embargo, la amenaza no se limita a este gravamen: Trump también ha anunciado aranceles específicos del 25% al acero y el aluminio mexicanos, que entraron en vigor el 12 de marzo, complicando aún más el panorama.
Para México, las consecuencias de estas medidas podrían ser devastadoras. El país exporta cerca del 80% de sus productos a Estados Unidos, con sectores como el automotriz, el siderúrgico y el de manufactura siendo particularmente vulnerables. Organismos como el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) han estimado que un arancel generalizado podría costarle a la economía mexicana más de 29,000 millones de dólares, mientras que analistas de Moody’s advierten que el país podría rozar una recesión si las tarifas se consolidan.
Marcelo Ebrard, un experimentado negociador que ya enfrentó desafíos similares como canciller durante el primer mandato de Trump, ha adoptado un enfoque pragmático pero firme. En su más reciente viaje a Washington, anunciado para este miércoles 26 de marzo de 2025, el secretario busca consolidar avances previos y evitar que el 2 de abril marque el inicio de una guerra comercial.
Acompañado por el subsecretario de Comercio Exterior, Luis Rosendo Gutiérrez, Ebrard se reunirá con figuras clave como Howard Lutnick, secretario de Comercio de Estados Unidos, y Jamieson Greer, representante comercial (USTR), para presentar argumentos sólidos a favor de la integración económica.
El mensaje de Ebrard es claro: México y Estados Unidos son socios interdependientes. Más del 40% de los componentes de los vehículos exportados desde México a Estados Unidos son de origen estadounidense, y por cada dólar que México exporta, importa 65 centavos de su vecino del norte. “La integración hace que lo prudente, lo inteligente, sea ponernos de acuerdo, porque en medio están millones de trabajadores y empresas de los dos países”, ha declarado el secretario, subrayando que los aranceles no solo afectarían a México, sino también a los consumidores y empresas estadounidenses, con un impacto estimado en 400,000 empleos al norte de la frontera.
Más allá de frenar los aranceles, Ebrard lleva consigo una visión estratégica alineada con el “Plan México” impulsado por la presidenta Claudia Sheinbaum. Este plan busca fortalecer la industria nacional, promover marcas mexicanas y reducir la dependencia de mercados externos mediante el desarrollo de capacidades tecnológicas propias. En este sentido, el secretario ha destacado iniciativas como la inversión de 3,700 millones de dólares en Durango para proyectos de fertilizantes, tecnología e inteligencia artificial, anunciada recientemente como una señal de la resiliencia económica del país.
Sin embargo, la misión no está exenta de obstáculos. La administración Trump ha mantenido una postura inflexible, y aunque las negociaciones han logrado pausas temporales, la presión sigue siendo alta. Ebrard ha insistido en actuar con “sangre fría y firmeza”, evitando reacciones intempestivas y apostando por un diálogo basado en datos y beneficios mutuos. “Tenemos la convicción de que México y Estados Unidos deben llegar a entendimientos, porque somos las dos economías más integradas del mundo”, afirmó en una reciente conferencia.
A medida que se acerca el 2 de abril, la incertidumbre persiste. Empresarios mexicanos, especialmente del sector siderúrgico y automotriz, han expresado su preocupación por el impacto en las cadenas de suministro de América del Norte, mientras que el peso mexicano sigue sensible a las noticias provenientes de Washington. La tarea de Ebrard es titánica: no solo debe evitar los aranceles, sino también sentar las bases para una relación comercial que resista las tensiones políticas del futuro, incluyendo la renegociación del T-MEC en 2026.