En las últimas horas, la Franja de Gaza ha sido nuevamente escenario de intensos ataques aéreos por parte de las fuerzas israelíes, dirigidos contra zonas densamente pobladas, incluyendo viviendas, mezquitas, escuelas, refugios y campos de desplazados. Estos bombardeos, que han roto un frágil alto al fuego, han dejado un saldo devastador de cientos de víctimas civiles, con un impacto particularmente cruel sobre los niños, quienes continúan siendo los más vulnerables en este prolongado genocidio.
Según reportes provenientes de fuentes locales y hospitales en Gaza, al menos 250 personas han perdido la vida en las últimas horas como resultado directo de los ataques. Entre los fallecidos se cuentan decenas de niños, una cifra que subraya la magnitud de la tragedia humanitaria que se vive en el enclave. Además, se estima que más de 300 personas han resultado heridas, muchas de ellas en estado crítico, y han sido trasladadas a instalaciones médicas como el Hospital Al-Awda, que lucha por atender a las víctimas en medio de recursos limitados y un sistema sanitario al borde del colapso.
Los ataques, que incluyeron el uso de drones y bombardeos aéreos, han golpeado áreas residenciales en el centro y sur de Gaza, así como un campo de refugiados, exacerbando el sufrimiento de una población ya desplazada y atrapada por el asedio.
Testigos y autoridades locales han descrito escenas desgarradoras: familias enteras sepultadas bajo escombros, niños heridos siendo tratados en el suelo de hospitales desbordados y comunidades devastadas por la pérdida repentina de seres queridos.
Las autoridades israelíes han justificado estas operaciones afirmando que los objetivos eran «terroristas pertenecientes a Hamás». Sin embargo, la naturaleza de los ataques, que han alcanzado zonas civiles sin discriminación aparente, ha generado una ola de indignación y acusaciones de violaciones al derecho internacional humanitario. Organizaciones locales e internacionales han denunciado que la mayoría de las víctimas son civiles, con mujeres y niños representando una proporción significativa de los afectados.
Desde el inicio de la ofensiva israelí en Gaza el 7 de octubre de 2023, las cifras totales de víctimas son abrumadoras. Hasta el 3 de febrero de 2025, las autoridades gazatíes reportaban más de 61,709 muertos verificados, en su gran mayoría civiles, incluyendo 17,492 niños y más de 11,800 mujeres. A esto se suman 111,588 heridos, de los cuales 8,663 son niños, y más de 14,222 personas desaparecidas, presumiblemente atrapadas bajo los escombros. Estudios independientes, como uno publicado en The Lancet, sugieren que la cifra real de fallecidos podría superar las 186,000 personas si se incluyen las muertes indirectas causadas por la destrucción del sistema sanitario, la hambruna y las enfermedades.
Estos ataques recientes no solo agravan una crisis humanitaria ya insostenible, sino que también evidencian la fragilidad de los acuerdos de paz en la región. Mientras el mundo observa, las voces que claman por un alto al fuego duradero y por el fin de la impunidad ante estas acciones se multiplican, pero la violencia persiste, dejando tras de sí un reguero de dolor y destrucción.