Leo Beenhakker, una de las figuras más emblemáticas del fútbol mundial, falleció este jueves a los 82 años, según reportes que han conmocionado al mundo del deporte. Conocido como «Don Leo» por su carisma, su pasión por los cigarros y su humor mordaz, el entrenador neerlandés dejó un legado imborrable en clubes y selecciones de tres continentes. Su muerte, ocurrida hace apenas unas horas, ha generado una ola de tributos por parte de aficionados, jugadores y colegas que reconocen en él a un verdadero arquitecto del juego bonito.
Nacido el 2 de agosto de 1942 en Róterdam, Países Bajos, Beenhakker comenzó su relación con el fútbol como jugador en clubes amateurs, como SC Maasstad Tediro, XerxesDZB y Zwart-Wit ’28, donde jugaba como extremo derecho. Sin embargo, una lesión temprana lo alejó de los terrenos de juego como futbolista profesional, llevándolo a enfocarse en una carrera como entrenador que lo catapultaría a la fama. Desde sus inicios en los años 60, Beenhakker demostró un talento innato para liderar equipos, combinando disciplina táctica con una capacidad única para motivar a sus jugadores.
Leo Beenhakker, un maestro del banquillo
Su trayectoria como técnico es una de las más prolíficas de la historia. En Países Bajos, llevó al Ajax a dos títulos de liga (1979-80 y 1989-90) y al Feyenoord a otro (1998-99), siendo el único entrenador en ganar el campeonato neerlandés con ambos clubes rivales. En España, su paso por el Real Madrid entre 1986-1989 y en 1992 marcó una época dorada: conquistó tres Ligas, una Copa del Rey y dos Supercopas de España, ganándose el cariño de la afición merengue. Su estilo pragmático, pero efectivo, permitió al Madrid dominar en una era competitiva, manejando vestuarios llenos de estrellas con maestría.
Beenhakker también dejó su huella en México, donde dirigió al Club América en dos etapas (1994-95 y 2003-04) y a Chivas de Guadalajara (1995-96). Aunque no logró títulos en el fútbol mexicano, su enfoque ofensivo y su personalidad dejaron una marca en los aficionados, quienes lo recuerdan como un técnico que siempre buscaba el espectáculo.
A nivel internacional, su mayor hazaña fue clasificar a Trinidad y Tobago al Mundial de 2006, la primera y única vez que la nación caribeña participó en una Copa del Mundo. También llevó a Polonia a su primera Eurocopa en 2008, consolidando su reputación como un entrenador capaz de transformar equipos con recursos limitados.
Más allá de los trofeos, Beenhakker era conocido por su carácter. Su apodo «Don Leo» no solo aludía a su elegancia, sino también a su habilidad para manejar la presión con calma y un toque de ironía. Frases como «patatgeneratie» (generación de papas fritas), con la que criticó la falta de compromiso de algunos jugadores jóvenes en los 80, se volvieron parte de su mito. Fue un trotamundos del fútbol, dirigiendo en países como Arabia Saudita, Hungría, Turquía y Suiza, siempre adaptándose a nuevas culturas y desafíos.
El adiós a un grande del fútbol mundial
La noticia de su muerte, reportada hace pocas horas, ha generado conmoción. Según fuentes cercanas, Beenhakker llevaba semanas enfrentando problemas de salud que lo mantenían en un estado delicado, al punto de no poder salir de su hogar en Róterdam. Medios neerlandeses y españoles han confirmado el deceso a través de comunicados de su familia y de clubes como el Real Madrid, que expresó su «profundo pesar» por la pérdida de uno de sus entrenadores históricos.
La comunidad futbolística ha comenzado a rendirle homenaje. En redes sociales, exjugadores, entrenadores y aficionados han compartido anécdotas sobre su impacto, destacando no solo sus logros, sino también su calidez humana. En México, por ejemplo, se le recuerda por su paso por América y Chivas, mientras que en Polonia y Trinidad y Tobago se le considera un héroe nacional por sus hazañas con sus selecciones.
El fallecimiento de Leo Beenhakker cierra un capítulo en la historia del fútbol. A los 82 años, tras más de cinco décadas dedicadas al deporte, «Don Leo» deja un vacío imposible de llenar. Su legado, sin embargo, vive en cada gol, cada título y cada jugador que tuvo el privilegio de ser guiado por su visión. El fútbol llora hoy a un gigante, pero su nombre seguirá resonando en los estadios del mundo.