Adiós a Enrique Bátiz, ícono de la música clásica en México y fundador de la OSFEM

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El mundo de la música clásica en México y más allá se encuentra de luto tras la partida de Enrique Bátiz Campbell, una figura monumental cuya batuta dio vida a innumerables obras maestras y cuya visión transformó el panorama sinfónico del país. El célebre director de orquesta y pianista mexicano falleció el domingo 30 de marzo a los 82 años, dejando tras de sí un legado que resuena en auditorios, grabaciones y en el corazón de quienes tuvieron el privilegio de presenciar su arte.

Nacido el 4 de mayo de 1942 en la Ciudad de México, Bátiz mostró desde niño un talento excepcional que lo llevó a ser considerado un prodigio musical. A los cinco años, ya ofrecía presentaciones públicas al piano, un instrumento que dominaría con maestría antes de expandir su genialidad hacia la dirección orquestal. Su formación incluyó estudios en la prestigiosa Juilliard School de Nueva York y en Polonia, donde pulió su técnica y desarrolló una sensibilidad única que lo distinguiría a lo largo de su carrera.

El nombre de Enrique Bátiz está inseparablemente ligado a la Orquesta Sinfónica del Estado de México (OSEM), una institución que fundó en 1971 y que dirigió durante más de cuatro décadas en dos etapas: de 1971 a 1983 y de 1989 a 2018. Bajo su liderazgo, la OSEM no solo se consolidó como una de las agrupaciones más respetadas de México, sino que también alcanzó reconocimiento internacional, llevando la música sinfónica mexicana a escenarios de Europa, Estados Unidos y más allá. Su exigencia y pasión por la excelencia elevaron el estándar de interpretación, haciendo de cada concierto una experiencia inolvidable.

Bátiz no se limitó a un solo conjunto. Su talento lo llevó a dirigir la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México entre 1983 y 1989, y más tarde asumió roles como director artístico de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (OSUAEH) en 2023, así como de la Orquesta Sinfónica de Chimalhuacán Independencia hasta 2019. Su alcance internacional también fue notable: en 1984, se convirtió en director huésped de la Royal Philharmonic Orchestra de Londres, una de las agrupaciones más prestigiosas del mundo, con la que realizó decenas de grabaciones que hoy son tesoro de melómanos.

Con una discografía que supera las 145 grabaciones, Bátiz dejó una huella imborrable en la música clásica. Desde las nueve sinfonías de Beethoven hasta las obras completas para orquesta de Joaquín Rodrigo y piezas emblemáticas del repertorio mexicano, como las de Manuel M. Ponce y Silvestre Revueltas, su trabajo captura la esencia de un director que vivía cada nota con intensidad. Sus interpretaciones, marcadas por un rigor técnico y una profunda emotividad, son un testimonio de su compromiso con el arte.

Sin embargo, la vida de Bátiz no estuvo exenta de desafíos. En 2018, se retiró de la dirección de la OSEM debido a problemas de salud relacionados con el Parkinson, una enfermedad que lo acompañó en sus últimos años. A pesar de ello, su espíritu incansable lo llevó a regresar a los escenarios en proyectos posteriores, demostrando que su amor por la música trascendía cualquier obstáculo físico.

La noticia de su fallecimiento, confirmada por instituciones como la UAEH y la propia OSEM, ha generado una oleada de tributos que destacan no solo su genialidad, sino también su papel como mentor y difusor de la cultura musical. Bátiz no solo dirigía orquestas; formaba músicos, inspiraba audiencias y abría caminos para que la música clásica encontrara un lugar en la vida cotidiana de México.

Hoy, mientras el eco de sus sinfonías sigue resonando, Enrique Bátiz Campbell se despide como lo que siempre fue: un arquitecto del sonido, un apasionado defensor de la belleza y un ícono cuya influencia perdurará por generaciones. Su batuta podrá haber descansado, pero su música sigue latiendo en el alma de quienes la escuchan. Descanse en paz, maestro.


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