Gerardo Lara
Leyendo la columna “Tumbando Caña” de Ernesto Márquez, que publica La Jornada, vino a mi memoria el año de 1989 en la Habana, en que conocí a la inmensa cantante cubana Neris Amelia Martínez Salazar mejor conocida como JUANA BACALLAO, que acaba de cumplir 97 años en julio del presente año.
Aquella ocasión asistí al festival cinematográfico de La Habana con la finalidad de vender un cortometraje que acababa de realizar y de ver a unos productores españoles para proponerles un guion de largometraje.
El festival transcurría como siempre, entre decenas de películas, fiestas al por mayor, hermosas cubanas, rones, son y el siempre vigilante acecho del partido comunista cuya misión es evitar que el turista conozca la Habana profunda.
Una noche que había decidido descansar de la ajetreada agenda festivalera, me llegó una invitación para asistir a la embajada mexicana en Cuba a una fiesta que reuniría a los mexicanos asistentes al festival; cambié mis planes y por fortuna asistí a la cita en la embajada, a la recepción México/Cuba que festejaba la siempre fraternal amistad de mexicanos y cubanos.
Para mi gran sorpresa en la fiesta estaba Ninón Sevilla, la gran actriz rumbera, una de las máximas representantes del cine de “rumberas” en la época de oro del cine nacional.
Era inevitable que la orquesta que amenizaba la reunión invitara a Ninón al escenario para “saludar” a los invitados.
Ahí estaba frente a mi idola Ninón Sevilla, una de las actrices que más admiré de aquella “época de oro”, ya no era la misma de los años cincuenta, pero estaba ahí en toda su grandeza histórica. Apenas subió al escenario al lado de la orquesta, llamó la atención por su porte y dominio del micrófono, apenas movió un poco sus históricas caderas y se desató la “sensualidad”, nombre de una de sus destacadas películas; quiso cantar pero eso nunca fue su fuerte, entonces llamó al escenario a alguien que estaba entre los invitados en las mesas del fondo, mencionó su nombre y le pidió ayuda: “Juana Bacallao Ven ayúdame.”
Entonces subió con la orquesta una mujer menudita en sus sesentas, afrocubanísima, de ojos vivaces y brillantes, era “Juana La Cubana”, la mismísima Juana Bacallao que de inmediato se fundió en un abrazo con Ninón Sevilla y comenzaron su show.
A diferencia de Ninon, Juana Bacallao si cantó con su privilegiada voz y su insospechada energía, Ninon le hacía segunda y bailó, regalándonos algunas semblanzas de aquellos movimientos que la inmortalizaron; Juana y Ninón comenzaron a improvisar y a cantarse cosas de su historia personal: “Tú te fuiste y yo me quedé” le decía Juana y Ninón contestaba: “Pero siempre serás mi hermana”. Así pasaron como una hora en show improvisado, que por supuesto se impregnó para siempre en mi memoria, a pesar del ron que corría con singular alegría.
La fiesta terminó a las cuatro de la madrugada y varias “guaguas” nos esperaban para repartirnos en nuestros respectivos hoteles; subí a uno de esos camiones y me senté en la parte trasera, mientras los invitados a la fiesta subían a los vehículos dispuestos a viajar a sus respectivos hoteles.
De pronto, vi que subieron a la “gua gua” Ninón Sevilla y Juana Bacallao, rebosaban alegría después de su clamoroso espectáculo improvisado; recorrieron los pasillos del camión buscando asiento, estaba ocupada la mitad del camión por lo que había suficiente espacio para viajar con comodidad.
Juana y Ninón se detuvieron a la altura de mi asiento en la parte trasera del camión, yo ocupaba el asiento de en medio mientras los de las orillas estaban vacíos. Las estrellas cubanas se miraron; Ninón me pidió permiso, me hice a un lado y la inmortal rumbera se sentó a mi orilla derecha; Juana se sentó a mi orilla izquierda.
Fue media hora la que viajé con esas monstruas divinas, media hora en el nirvana, en el que me fueron preguntando santo y seña sobre mi estancia en La Habana y el cortometraje que llevé a vender. Pude confesarle mi amor a Ninón y a Juana mi tremenda impresión por su forma de cantar y actuar.
Ninón ha dejado nuestra dimensión terrestre, Juana acaba de cumplir 97 años y según Los que la conocen, canta mejor que nunca, bromea y chancea más que antes y sigue marcando su línea del lado de la Revolución: saludo desde aquí a esa leyenda viva y me plazco de haberla conocido y escuchado de cerca.