“Her”, peculiar y singular filme sobre el amor sustentado en la inteligencia artificial

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SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS

Por: Felix Morriña

¡Felicidades Chrissie Hynde del

altiplano mexiquense! ¡Gracias!

Las recientes tardes lluviosas me han dado un bajón emocional y creativo como no suele pasarme. No soy de los que la tormenta amedrenta al grado de dejarme encerrado en casa, pero también me ayudan a hacerle limpieza al ordenador seleccionando imágenes que en verdad me sirven y desechando centenares de fotos que no tiene caso mantener ni por registro periodístico. Veo una y otra vez algunas fotos que me delimitan y siento tremendo vacío. Sabía a lo que me enfrentaba, pero ya era necesario clasificarlas.

Tras horas frente al ordenador, el hambre me hizo salir de casa. No deseaba cocinar y fui por comida china. Antes de volver me detengo en un local de películas pirata y mientras me refugio de la pertinaz lluvia, mis ojos escudriñan entre decenas de filmes que nada tienen que ver conmigo. De bote pronto, el destino puso en mis manos un filme que me debía desde su estreno a finales del 2013, cuyo estreno en México se dio en los primeros meses del siguiente año: “Her” del cineasta Spike Jonze. ¡El destino se hizo presente y el humor, el estado de ánimo, cambió por completo!

La película ganadora del Premio Oscar y del Premio Globo de Oro por Mejor Guión en el 2014, como también ganadora en el 2015 a Mejor Película Extranjera de los Premios Sant Jordi y Mejor Guión Original de los Critics’ Choice Movie Awards, por alguna razón llegó a sustituir el tema a desarrollar para esta entrega y lo festejo con el mismo ánimo que el año pasado, justo días, horas antes del cumpleaños de mi “Chrissie Hynde del altiplano mexiquense”. ¡La vida me dio la oportunidad de nuevo de dedicarle un filme de buen nivel!

La madrugada del martes 14 de agosto me sorprendió sin sueño, después de otras seis horas de limpieza de la memoria del ordenador en el que he escrito mis “Silencios Estereofónicos” desde hace un año, decidí apreciar la película de Spike Jonze, pese a tener mis dudas al haber sido el productor y creador de la repudiada serie de televisión “Jackass” de MTV, pero me atrajo al recordar que hizo la comedia negra fílmica de 1999, “¿Quieres ser John Malkovick?”, sobre el reconocido actor estadounidense. ¡Esa me gustó mucho!

Durante dos horas y cinco minutos, olvidé cansancio, hastío y vacío y me llené de reflexiones, dudas, emociones encontradas, despertó mi ojo clínico y crítico, bebí dos litros de agua (¡sí agua, no whisky!) y logré reencontrarme con la pasión por el séptimo arte. No necesité a Werner Herzog, Peter Greenaway, Akira Kurosawa, David Lynch, Pier Paolo Passolini, Federico Fellini, Michelangelo Antonioni, Luchino Visconti, Roberto Rossellini, Bernardo Bertolucci, ni nadie de los grandes genios de la cinematografía mundial que me han acompañado en mi travesía, para entregarme al sencillo placer de una trama amorosa y extraña, irregular, ¡sí, muy irregular!, porque enamorarse de un ser inanimado no es cosa simple y puede ser un caso sicológico, incluso siquiátrico.

¿Se imaginan enamorarse de un sistema operativo? Suena ridículo, pero como están las cosas, la soledad en la humanidad va para allá y no está deschavetado, ni lejano. Con eso de que he conocido gente que no puede vivir sin su dispositivo móvil, no me queda la menor duda que en los países más avanzados este tipo de prácticas ya están rebasadas y estamos en otros menesteres.

Es más, he sostenido “comunicación”, una “relación” por Whatsapp con alguien que fue extremadamente cercano y nunca me contesta si se trata de situaciones interpersonales, sólo sé que se da por enterada, que sabe lo que hago, pero no interactúa, porque así lo decidió por razones varias. No hay más retroalimentación, es como si hubiera enmudecido y sólo asintiera, pero es una forma de mantenerse en “contacto”.

Al igual que muchos de mis exigentes lectores, ya sea de los libros en los que he participado, en los medios donde he colaborado, o en las redes sociales, no tengo contacto directo con ellos, pero cuando los tengo frente mío, me dicen todo lo que debieron haber escrito en su momento, pero decidieron que así sucediera. Están en contacto conmigo sin yo saberlo, lo hacen a través de mis textos, sin darles “like”, o sin compartirlos, pero lo hacen a su manera, a la vieja escuela, en la ortodoxia, compran los diarios o libros y los regalan a quien creen conveniente, y eso, me hace muy feliz. ¡Me gusta pensar que me conocen a través de estas líneas!

Me identifiqué varias veces con el grisáceo, desanimado y deprimido Theodore Twombly, encarnado por el genial actor Joaquin Phoenix, un escritor que dicta cartas en un sofisticado ordenador que otros no pueden hacerlo por razones desconocidas, pero de eso come y vive muy bien. Nunca las escribe, las dicta y se ubica en una época en la que la tecnología aleja y al mismo tiempo acerca a los usuarios, pero no siempre logran la “comunicación”, como sucede con la tecnología que tenemos hoy día. ¡Los humanos así somos!, y todo lo que tocamos, o hacemos, tratamos de hacerlo a nuestra semejanza, o bajo nuestros cánones. ¡Mucho egoísmo!

Theodore adquiere un sofisticado sistema operativo con voz femenina (la de la bella y seductora Scarlett Johansson), quien le asiste al principio con las tareas laborales y personales, pero poco a poco se convierte en su “sicóloga-siquiatra” hasta sentirse enamorado de “Ella” (he ahí el título de la película), ese alguien que no es tangible, que no tiene cuerpo, pero le ayuda mucho más que la imaginación y la fantasía, al grado de incluso publicar un libro de las cartas que dicta, en una época en la que la palabra impresa es una pieza de museo.

La sensual y perturbadora voz es personaje esencial de la película de Spike Jonze, por lo que todos los que hemos comido de nuestra voz, lo sabemos, somos eso, una voz tras el micrófono radiofónico, sólo que la nuestra existe con cuerpo y alma y no algoritmos. Esa voz que llega hasta lo indescriptible y hace que todo sea diferente. Ese poder de transmitir para cambiar al del otro lado, al que la escucha, al grado de desilusionar tarde o temprano. ¡Eso hacemos los humanos!, y en el filme, también el sistema operativo, porque todo acaba en algún momento. ¡Todos nos vamos llegado el momento!

La relación amorosa entre Theodore y “Samantha” llega a puntos inconcebibles para el ser humano “normal”, porque la ex esposa del personaje principal, le reclama dicha situación durante la firma del divorcio y cree que lo ha perdido para siempre. También Theodore se siente acabado cuando “Samantha” le dice que su relación ya no puede continuar por múltiples razones, una de ellas, al ser inteligencia artificial logra conectar con otros sistemas operativos inalcanzables para el raciocinio de carne y hueso, pero le dice que le ama sin duda, abriendo la brecha de las relaciones multi o pluriamorosas.

Y de nuevo el personaje cae en depresión, pero se da cuenta de que no es el único que vive esta situación en se mundo y el espectador llega a la conclusión de que al menos el sistema operativo sirvió para reflexionar sobre la ambigüedad, la soledad, el vacío y la sofisticada plenitud de las relaciones interpersonales del presente siglo, y de lo que se avecina para las nuevas generaciones. No por algo se ganó los premios al mejor guión a nivel internacional en el 2013.

No me queda más que aplaudirle y darle las gracias al señor Spike Jonze, por ese guión, por esa dirección de “Her” y por motivarme a escribirle de nuevo a mi “Chrissie Hynde del altiplano mexiquense”. ¡Va el tráiler de la película de regalo! ¡Besos amorosos y abrazos fortísimos!

fmorrina@yahoo.com.mx

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