“La rana lo sabía…” de la Compagnie du Hanneton de James Thierrée, excelso arte multidisciplinario en el Cervantino

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Por: Felix Morriña

Llegamos al Auditorio del Estado con todas las expectativas puestas en la Compagnie du Hanneton del multifacético artista James Thierrée y nunca nos quedó a deber, es más, nos dejó estupefactos con lo que vimos por espacio de 90 minutos, porque más que un anunciado espectáculo circense, presenciamos arte multidisciplinario en su conjunto, en su mejor expresión sobre un escenario. En lo particular, no puede contener las lágrimas, porque me veía ahí, me recordé haciendo danza teatro hace dos décadas, imaginé además ahí a mi primogénita, la imaginé haciendo danza contemporánea girando contra manecillas de su reloj biológico en esta pieza que se manejó como una obra para niños y terminó siendo más para adultos. ¡Vaya enseñanza!

El espectáculo basado en el cuento “El príncipe rana” de los Hermanos Grimm, me llevó por todos los callejones de Guanajuato en este XLV Festival Internacional Cervantino (FIC), me obligó a transmutarme, a preguntarme qué sigue para este “Servibar y amigo” en el futuro inmediato. Me obligó a dejar atrás el excesivo compulsivo comportamiento de mi viejo personaje etílico mundano, gracias a que vio luz al final del túnel, tras vivir-revivir episodios dramáticos en plena madrugada del viernes para sábado. “La rana lo sabía…”. ¡Yo también!

Félix Morriña también dejó atrás en Guanajuato al fantasma de Julieta, esa mujer trapo, mujer esencia, mujer invisible-visible como el aire que se siente sin saber por qué, ni cómo llegó a mi vida hace 18 ediciones cervantinescas. ¿Por qué dejamos de hacer algunas cosas? ¡No lo sé! ¡Sólo vivo intensamente! Esa mujer empecinada en no dejarme volver al altiplano mexiquense quedó atrás, porque llevaba conmigo mi amuleto carnal, mi ser, mi existencia, mi yo interno, mi yo transmutado. Llevaba conmigo quien hace telequinesis con dulce palabras en tonos mágicos.

El domingo 29 de octubre a la noche, Julieta partió a su nuevo rumbo, dejó de acompañarme por los turbios, soberbios y fantasmagóricos callejones guanajuatenses. Nunca le agradecí estar conmigo durante mis estancias en el bajío mexicano. Gracias a mi Chrissie Hynde del altiplano mexiquense pude dejar atrás todo lo que no me sirve en mi nuevo trayecto, mi nueva ruta, mi nueva vida. “La rana lo sabía…”. ¡Yo también!

En esta gran obra que no se puede describir con facilidad con palabras, porque es la suma de nuestras propias vidas en una puesta en escena, en la que cada quien vio y se reflejó como pudo,la compañía gala llevó a escena un conjunto de imágenes en donde el arte circense se diluye entre la fantasía y la realidad, entre la danza y el teatro. Por esta obra, James Thierrée recibió este año el premio de teatro francés Moliére y se lo ganó con creces, porque hay que tener mucha imaginación para hacerla suya, nuestra, de todos.

En esta maravillosa puesta en escena Thierrée se hizo acompañar de la excelsa cantante Ofélie Crispin y el histriónico bailarín Samuel Dutertre, además de bailarina Sonia “SonYa” Bel Hadj, el actor Hervé Lassince y la bailarina Thi Mai Nguyen, quienes nos siguen haciendo soñar. En lo particular, sigo sin entender muchas cosas, pero sé que en los días posteriores se me irán manifestando imágenes que me permitirán comprender los motivos del ser espiritual que hay en mí.

“La rana tenía razón. ¿Por qué? No lo sé. Y ni el pasar de los años, ni esa escena que me ronda en la cabeza felizmente me enseñan por qué hacemos esto o lo otro, en lo que llamamos tea… esta palabra está de vacaciones). ¿Por qué amarramos cuerdas a las varas (parte alta del escenario) del lado derecho en lugar de hacerlo del lado izquierdo? ¿Por qué mi cuerpo se articula al revés de lo natural? ¿Por qué lo que está previsto de manera categórica rara vez se realiza? ¿Eh? ¿Y, sobre todo, por qué imaginamos una historia y la emprendemos? No lo sé”, nos indicó con maestría James Spencer Henry Edmond Marcel Thierrée, L’enfant terrible del arte escénico francés. ¡No hay nada más que explicar.

“En este espectáculo, hay misterios minúsculos que van a devorar a los de mayor tamaño, eso está claro. Hablaremos de una criatura subterránea, que por curiosidad hacia los hombres, les dio su confianza, la traicionaron y rompieron su corazón. Imaginaremos las represalias de una hermandad secuestrada y aprisionada bajo la vigilancia de un perturbador caleidoscopio. Y para finalizar, sumergiremos nuestros embriagados pies en el lavadero, ascensor, sumergiremos las aspiraciones. Hago teatro para no tener que explicar lo que me remueve las entrañas, y hago rondas alrededor. Rondaremos juntos pues, si a ustedes les place. Vivamos aquí cosas insensatas, que tal vez tienen sentido en el borde del horizonte de nuestra nariz. La rana nos lo dirá”, y nos lo dijo en pleno Cervantino en Guanajuato a través de Thierrée.

Como muchos saben, Guanajuato es cuna de las ranas y esta obra quedó ad hoc para los que nos atrevimos a mejorar, a ser grandes seres humanos, a crecer con los nuestros, con los que amamos, con los que estaremos el resto de nuestra existencia. ¡Muchas gracias rana!, ¡muchas gracias James Thierrée! ¡Muchas gracias Cervantino! ¡Muchas gracias Guanajuato! ¡Hasta la próxima!

 

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