“El hombre no está hecho para la derrota, puede ser destruido, pero no vencido”.
Ernest Hemingway
Gerardo Lara
El 2021 termina a tambor batiente en los campos de la lucha de clases, las disputas ideológicas e históricas, las batallas electorales y en la guerra comercial mundial, además de los diferendos territoriales que amenazan con guerra; todos ellos elementos que preludian un 2022 en el que viviremos en peligro, como en aquella película de Peter Wair (El Año en que Vivimos en Peligro, 1982), aunemos a ello la pandemia que parece interminable y la tragedia ecológica ambiental.
Tenemos un explosivo cóctel que potencialmente ha de causar grandes transformaciones en el mundo entero; la 
ultraderecha fascista mundial vela las armas, mientras libertarios de todas las gamas y colores resisten , hay en el mundo una lucha de clases en auge que se refleja en batallas electorales, disputas ideológicas por la reescritura de la historia; todo en el marco de una guerra comercial mundial y de estrategias geopolíticas que tienen a las potencias mundiales en plenos preparativos de guerra, como es el caso de las temerarias “líneas rojas” de Taiwán y Ucrania.
Sumemos al cóctel la imparable catástrofe planetaria ambiental procurada por las grandes corporaciones que están “más allá de la humanidad”, no de gratis ya están preparando la huida hacia marte; ni que decir de la pandemia a la que nos hemos familiarizado sin siquiera saber de donde provino, a estas alturas me pregunto ¿Cuál es el número de vacunas de refuerzo que necesitaremos para sobrevivir?, ya se avizoran en el horizonte el cuarto y hasta el quinto refuerzo.
Todo ello en medio de los llamados masivos a la felicidad, sobre todo a la individual, de las peroratas sobre el pensamiento positivo y el pensamiento negativo, yo creo que no existen pensamientos negativos ni positivos, sólo existe la perspectiva.
El mundo está implotando y los seres humanos han sido lanzados cual perros de presa, a pelear por el dinero sin el cual no se subsiste, mientras tanto la acumulación de capital prosigue su marcha interminable impulsando la figura del esclavo moderno, que tiene como característica principal amar, la condición de esclavitud y sentirse satisfecho con ello, el mundo se parece cada vez más a la inmortal película de Fritz Lang METROPOLIS, sólo que no se avizora en el horizonte a una “libertadora” como en el caso del filme del gran director alemán.
Sin embargo, aquí y allá surgen las resistencias que enarbolan las armas centrales que forman la parte del “espíritu humano”, es decir, aquello que nos es común a todos, la historia, la poesía y la filosofía, que han de librar la batalla en el terreno del pensamiento para cuyo dominio el poder corporativo ha creado una generación artificiosa, pretenciosa y cretina, carente de sentido del humor, huidiza del humor negro, solemne y uniforme. Una generación que atenta contra la diversidad de pensamiento y la confrontación de ideas, usa dogmas inamovibles y pretende la existencia de una sola realidad, se le llama la generación de cristal.
Cada día evoluciona el mundo de “las no cosas”, como lo plantea el filósofo coreano Byung-Chul Han; el reino de lo 
virtual, en detrimento de lo tangible, de las cosas, “la posverdad virtual sobre la verdad material y tangible; es por ello que la “generación de cristal”, es decir la generación de la simulación, se ha convertido en pensamiento dominante.
La generación de cristal confunde un grito idiosincrático con un grito homofóbico, se escandaliza si al negro se le llama negro, al amarillo se le dice amarillo y al blanco se le nombra blanco, ha convertido la sagrada seducción romántica en intento de violación y acoso. La generación de cristal es la generación del miedo, del atentado contra la naturaleza humana y provoca luchas raciales estúpidas (aberraciones como “el poder prieto”), guerra de sexos (todos los hombres son violadores potenciales) atrocidades gramaticales como el invento de un “Todes” ignorando que el termino TODOS engloba a todos los humanos y el termino TODAS a todas las personas; en su pánico y susto por la naturaleza dialéctica, contradictoria y conflictiva del ser humano, la generación de la “no verdad” ha erigido a la simulación como su motivo de ser. Por ello están llegando a aberraciones increíbles como el de oponer un supremacismo prieto a un supremacismo blanco y a verdaderas arbitrariedades como la prohibición de la fiesta de toros.
En el 2022 no habrá paz ni armonía entre los humanos, ni gobernarán los “pensamientos positivos”, todo lo contrario, será un año de polarizaciones, de líneas rojas, de muros, de migraciones inhumanas y subhumanas y también de resistencias.
De cualquier forma y a pesar de todo… ¡Celebrémonos!
