Columna AL TANTO… Entre el espionaje y el contraespionaje: Enredados en la Red

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José Antonio Ortega

Quién lo diría, nadie lo hubiese imaginado. Es lo increíble de vivir en la era del conocimiento y de la información. A nadie se le hubiera ocurrido hace unos años. Lo cierto es que hoy en día todo se sabe. Todo mundo o casi todos, tienen el poder de viajar por el ciberespacio a gran velocidad.

Así vamos, tan abiertos -tan expuestos- con tantas tecnologías al alcance. Seducidos por las atractivas y amigables plataformas digitales del siglo XXI. Con esa proclividad de nuestro ego a mostrarnos ante el mundo. Abriendo el Facebook, Instagram y Twitter, en todo momento.

Casi al despertar, desde el amanecer hasta la puesta del sol y más aún, de noche y madrugada. Sin pensar ni imaginar que estamos enredados en la red.  Sin creer que somos presas de un seguimiento puntual. Los desarrolladores conocen lo que nos gusta y disgusta. Con sofisticados algoritmos nos definen.

Cada búsqueda nos hace predecibles. Conocen cada uno de nuestros pasos. Estamos a su merced, sin posibilidad de escapatoria. Siguen nuestra huella en la supercarretera de la información ¿Espionaje? ¡Por dios! Eso es para los políticos y personalidades públicas. Somos nosotros quienes abrimos las puertas.

Somos quienes les franqueamos el paso a la intromisión de nuestras vidas. Fácilmente caímos en la red, donde todo mundo indaga, hurga e investiga en nuestra vida. Esa vida que compartimos en un post, en un tuit o una imagen. Ese fragmento de tiempo, fugaz e insignificante, pero importante para los otros.

Escandalizarse porque nos espían es un divertimento. Todos lo saben, todos lo comentan. Todo mundo comparte lo de todo mundo. Eso es lo increíble de vivir en la era del conocimiento y de la información. Enredados en las plataformas digitales del siglo XXI. ¿Podemos parar? ¡Sí! Sólo si nos desconectamos. Pero quién se atreve. Nadie.

Mientras tanto…

El consorcio de periodistas Forbidden Stories (*) coloca Na uden Stories, pone el dedo en la llaga.

De ahalla a la polcoloca el dedo en la llaga. Pone al descubierto el talante persecutor de varios gobiernos. La acuciosa investigación, revela lo sofisticado que puede ser el uso de la tecnología para espiar y perseguir. La vigilancia que hacen los gobernantes de sus opositores políticos, intelectuales y periodistas críticos.

Se trata de la plataforma Pegasus. Programa malicioso con capacidad para infiltrar teléfonos móviles. Con poder para acceder a los contactos, llamadas, mensajes, fotografías y videos de cualquier Smart phone. Un software que habrían utilizado los gobiernos de: México, Hungría, Marruecos, La India, Arabia Saudí, Ruanda y Azerbaiyán.

Un programa desarrollado en Israel, por la empresa NSO Group.  Compañía de inteligencia cibernética para la seguridad y la estabilidad globales que “crea tecnología que ayuda a las agencias gubernamentales a prevenir e investigar el terrorismo y el crimen para salvar miles de vidas en todo el mundo”. Así se autodefine.

Una tecnología que llegó a México durante las administraciones de los ex presidentes Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, y que costó al erario más de 5 mil 914 millones de pesos. Que se adquirió para combatir al crimen organizado, pero en los hechos sirvió para espiar a críticos y opositores al régimen.

Habrá denuncia por estos hechos. Será por el desaseado proceso adquisitivo y el condenable uso que se le dio a Pegasus. Así lo anuncia Santiago Nieto Castillo, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera. Seguramente habrá investigación, pero lo relevante será saber si habrá sanción.

Por lo tanto…

Tengamos presente que hablar de espionaje en las alturas del poder, es otra cosa. Allí no se andan con medias tintas. Es el espacio donde –recurrentemente- el autoritarismo avasalla a la política. Donde los amigos suelen ser de a mentiras y los enemigos de a deveras.

No olvidemos que el hecho de espiar se remonta a las más antiguas civilizaciones. No es un caso privativo de nuestro México lindo y querido. El espionaje es tan antiguo como la política. Muchos regímenes han incurrido en esa práctica. Las motivaciones van de la seguridad nacional a la seguridad interna.

El espionaje y el contraespionaje perviven en el tiempo. Su campo de acción afecta por igual a la industria y los proyectos de investigación científica y tecnológica. Sorprende el grado  sofisticación con el que los gobiernos se dedican a espiar. Más aún, los elevados costos que implica la tarea.

No esperemos que haya sanciones. El acusador podría ser acusado. Los espías por su propia naturaleza, se esconden en lugares recónditos del mundo. Tienen información valiosa e invariablemente un salvoconducto. Podrían estar en Israel o en España, por ejemplo, disfrutando de la dolce vita.

(*)https://forbiddenstories.org/

Imagen de prettysleepy1 en Pixabay


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