Columna VERDADES MENTIROSAS… LA OBEDIENCIA UNA DESHUMANIZACIÓN FORZADA

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      “Para vivir hay que ser un animal o un Dios”

                          Aristóteles

Gerardo Lara 

Las filosofías de la aceptación y la resignación, tan de moda en el siglo XXI, se han disparado con la pandemia genocida; proliferan las teorías del encuentro de la felicidad, el amor y la superación personal, que básicamente dependería de “uno mismo”: “la felicidad está en ti”, “la dicha es interior”, “se feliz con lo que hay”, son los preceptos que están sustituyendo a las religiones, que fracasaron dejando una estela de sangre e ignominia.

En ese contexto de esperanza pueril y fanatismo del ego, el supremo valor es la obediencia, imbuida por los amos del mundo (dueños del dinero) desde los ámbitos familiar, social y cultural. Por un lado, se fomenta el individualismo a ultranza, el egoísmo, la competencia feroz en la que “el éxito depende de ti”. Pero también se alimenta la resignación, el conformismo y el concepto de felicidad individual y abstracta, en la que debes aprender a” ser feliz con lo que tienes”, sin embargo, se induce a la uniformidad del pensamiento y la acción, construyendo un pensamiento y una moral dominante que aspiran a ser únicas. Esa es la condición básica de toda esclavitud y su imperativo central; la obediencia.

Yo dudo que un niño palestino de las cloacas de Gaza que vio morir a su familia y destruirse su casa, tenga armas suficientes para explorar tal “felicidad interior”, como no las tienen los millones de pobres, ni los desheredados de la tierra, ni la decadente clase media, todas víctimas de un delirante proceso de DESHUMANIZACIÓN, impulsado desde la cima del poder del capital financiero, los amos del capitalismo esclavista.

HUMANO proviene del latín Humus (tierra)y anos (perteneciente a) es decir, la tierra no nos pertenece, somos pertenecientes a ella. Sin embargo, el despojo y la depredación de nuestros recursos naturales por un puñado de “humanos”, convierte al resto en extraños a su humanidad, nos “deshumaniza”, nos hace ajenos a la tierra; por cierto, ese “puñado de humanos” ya prepara su fuga hacia MARTE para cuando hayan terminado por destruir la TIERRA.

La deshumanización es una estrategia siempre relacionada con procesos de dominación generalmente destructivos y aterradores; la han usado metódicamente los nazis, el franquismo, el stalinismo, los fascismos o las monarquías.

En el año de 1936 CHARLES CHAPLIN realizó TIEMPOS MODERNOS, filme en el que ilustró de manera magistral el proceso deshumanizador del capitalismo, la famosa “alienación del trabajador” que Carlos Marx había descrito algunas décadas antes. Hoy en día vivimos un jubileo deshumanizador, a tal grado, que el cineasta y el filósofo comunista no lo podían haber imaginado; nunca como ahora habíamos sido arrinconados a la “orilla de la humanidad”; el enriquecimiento ilícito gracias a la pandemia confirma que el capitalismo/ esclavista/sionista impulsa un proceso semiclandestino de deshumanización forzada.

El objetivo de ese 1% dueño del dinero, es lograr la uniformidad del pensamiento y la acción en el otro 99%, para que acepte y hasta pueda gozar su condición de esclavitud. Deshumanizar es esclavizar pues el esclavo al perder su libertad deja de ser humano. En general los sistemas autoritarios de poder contienen procesos de deshumanización de las personas a ser dominadas. Las relaciones humanas se han convertido en relaciones de consumo, son de usar y tirar, como lo anticipó hace cincuenta años Hébert Marcuse “Las personas son reducidas a cosas pasivas”.

La cosificación de la que hablaba Marcuse desde los años sesenta del siglo XX, ha llegado en la post/pandémica posverdad al principio fundamental que rige a la sociedad esclavista: “Quien obedece nunca se equivoca”; así tenemos que la esencia de la obediencia es despojar a la persona de responsabilidad directa, el obediente se mira así mismo como un instrumento que realiza los deseos de otra persona y por lo tanto no se considera a sí mismo responsable de sus actos. Una vez que esta transformación de la percepción personal ha ocurrido en el individuo, todas las características esenciales de la obediencia ocurren. Está lista para resolverse la ecuación entre “maldad y obediencia.”

En 1963 el psicólogo norteamericano Stanley Milgram realizó un experimento sobre la” morfología de la obediencia”: 40 voluntarios aceptaron participar por cuatro dólares, se comprometieron a torturar con choques eléctricos a 40 víctimas, por supuesto las descargas eran fingidas y los 40 torturados eran actores contratados, pero los “torturadores voluntarios” no lo sabían, podían ver y escuchar desde sus cabinas, el dolor de las víctimas.

Dejemos al ilustre psicólogo hablar de su experimento: “Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos y, con los gritos de las víctimas sonando en sus oídos, aceptaron casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad, ese constituye el principal descubrimiento del estudio”. La inducción a la obediencia sobre cualquier imperativo ético o moral es una de las grandes victorias del status.

El experimento Milgram ha tenido resonancia; EXPERIMENT, largometraje de Michael Almereyda, recrea la historia; la película francesa  COMME ICARE, de 1979, dirigida por Henri Verneuil,  reproduce una sesión completa del experimento de Milgram. Peter Gabriel incluyó en su trabajo «So» (1986) un tema llamado WE DO WHAT WE’RE TOLD (Milgram’s 37), en el que hace explícita referencia al experimento. En el libro El GUARDIÁN DEL JUEGO se recuerda este experimento como parte de la clase de primer curso de Psicología en la universidad de Winchester. En 2010 se estrenó el documental francés LE JEU DE LA MORT (El juego de la muerte), donde se recrea el experimento de Milgram,

La deshumanización es clave para llegar a la obediencia ciega y situarse en el dilema de “obedecer para poder vivir”, aceptar la condición de esclavo, bajo la teoría del conformismo. Tal como se hace con el ganado, los animales de carga, las mascotas domésticas y los animales que se desnaturalizan: “obedecen para poder vivir” y están dispuestos a convertirse en esclavos de la humanidad. Como lo hizo notar Friedrich Nietzsche: El que nos encontremos tan a gusto en plena naturaleza proviene de que ésta no tiene opinión sobre nosotros.

El poder profundo ha puesto el desarrollo tecnológico y científico al servicio de la deshumanización que implica entre sus consecuencias el aturdimiento y hasta la perdida de nuestros sentidos, pues podemos hablarnos sin olernos, sin tocarnos, sin vernos, ni escucharnos directamente, los esclavos ya no conocerán más ni a sus amos ni a sus capataces.

Cuánta razón tenía ORTEGA Y GASSET cuando dijo:

Mientras el tigre no puede dejar de ser tigre, no puede destigrarse, el hombre vive en riesgo permanente de deshumanizarse.

 


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