Columna VERDADES MENTIROSAS… Adiós a FIDECINE ¿hay futuro para el cine mexicano?

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Gerardo Lara

El adiós al FIDECINE ha causado un gran revuelo en la fantasmal “comunidad cinematográfica”, han surgido decenas de “representantes” y se han erigido algunos adalides; sus discursos huecos y vacíos reflejan su concepción: dicen que México se quedará ciego, que el cine mexicano está en peligro y no podrá sobrevivir, ¡Se declaran dependientes del Estado! y sostienen que al morir FIDECINE, muere el cine Nacional. Son “VERDADES MENTIROSAS” que tan sólo defienden una jugosa y sostenida forma de hacer negocios con el erario público.

El arte o industria que no sea capaz de sobrevivir independientes del Estado, no poseen ningún valor, ni comercial ni cultural, ni artístico, merecería desaparecer. La declaración de orfandad por parte de los adalides del “cine mexicano”, es más amenazante y peligrosa que la desaparición de cualquier FIDEICOMISO.

Esa “Comunidad cinematográfica” ignora que sólo podrá haber una industria en México si se rompe el monopolio de la exhibición cinematográfica, que de hecho está sucediendo ya, a través de las nuevas formas de emisión y recepción de contenidos. Ignoran también que esa revolución tecnológica que está matando al “cine” para dar paso al METACINE, evitará que el “cine mexicano” desaparezca y le dará un nuevo rumbo, cuando deje de ser sólo una elite privilegiada la que filme en México.

La desaparición del FIDECINE responde al fracaso histórico del FIDEICOMISO, que promovió un cine muy lejano a la identidad nacional y popular y que no logró el resurgimiento de la industria, ni la existencia de un nuevo cine mexicano, ni generó un movimiento transformador. El cine de la época FIDECINE (neoliberal) es de claras tendencias copistas (generalmente plagios de comedias exitosas) y restituyó el “churro mexicano” venido de los años ochenta del siglo pasado. Su gran problema es entender al cine sólo como mercancía y crear la falsa dicotomía entre “cine comercial” y “cine de autor”.

Está documentado en muchas instancias la manera amafiada en que se daban los recursos, basta revisar la lista de las películas apoyadas, para detectar que existían empresas favorecidas y productoras que tenían aseguradas varias películas anuales. Es necesario un cambio, pues urge poner orden en ese barril sin fondo en que se convirtió la intervención del Estado en el cine.

Lo que se impone ahora es definir cuál debe ser esa intervención en el desarrollo de la cinematografía Nacional, ante el fracaso rotundo del esquema de FIDEICOMISOS que consistía en lo siguiente: empresas privadas poderosas presentaban proyectos de películas con presupuestos inflados, recibían los recursos y sin invertir un quinto se quedaban con el 51 por ciento de las ganancias. Bajo ese esquema operaron la mayoría de productoras de comedias insulsas, algunas de las cuales dejaron dinero, pero ninguna aportó algo para la cultura nacional.

Todo el mundo puede filmar lo que quiera, la libertad temática y expresiva no deben tener límites, sin embargo, el ESTADO no puede gastarse nuestros impuestos en un cine cuyo único objetivo sean las ganancias, ese es un cine de finalidad estrictamente comercial (Si yo Fuera Tú, No se Aceptan Devoluciones, No te manches Frida) que deben hacer los productores privados con su dinero.

El ESTADO debe tener un lineamiento claro sobre su intervención en la creación cinematográfica, buscando el interés de la nación, tal como se hizo en la legendaria “EPOCA DE ORO DEL CINE MEXICANO”, que funde maravillosamente el “cine comercial con el de autor” y en los años setentas, que aportaron un cine propositivo sin alejarse de la identidad popular (Mecánica Nacional, Canoa, Los Albañiles, La Otra virginidad y muchas otras) Un cine al que la época FIDECINE no se acerca ni en sueños.

En el año de 1985, siendo estudiante del CUEC, entrevisté al maestro Alejandro GALINDO (Una familia de Tantas, Campeón Sin corona, Esquina Bajan…), que me dijo entre otras cosas dos frases memorables: “el cine es el negocio más hijo de la chingada del mundo” y “El objetivo de mi cine siempre fue la identidad con el pueblo”.

La mítica época de oro sigue siendo el CINE MEXICANO por excelencia, la obra heredada de aquella época es aún el punto de referencia de los mexicanos con la cultura cinematográfica. El cine del neoliberalismo (FIDECINE) se encargó de profundizar el divorcio de los mexicanos con su cine, expulsó a varios sectores de la población de las salas cinematográficas y deja un legado realmente raquítico.

Ha llegado la hora de “una nueva ola del viejo cine mexicano”, que ahora estará en las calles, con los recursos a la mano y el cine podrá hacerse en los barrios, en las comunidades y lo harán sus propios protagonistas; ya no sólo existirá el “Tepito desde el punto de vista de Polanco”, se vislumbra en el horizonte la posibilidad de filmar desde nuestras entrañas. Un cine que por la fuerza de sus contenidos creará sus formas de exhibición, basadas en el gran desarrollo

tecnológico. Por ello ante la desaparición afortunada del FIDECINE… A FILMAR SE HA DICHO.


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