Picasso y Jazzamoart comparten espacio pictórico en el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario de Texcoco

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SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS

Félix Morriña

Por mucho tiempo me pareció el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario de Texcoco (CCMBT) un elefante blanco, entiéndase una construcción con fines de promoción y difusión de las bellas artes que sólo le funciona de parapeto y papeleo a las autoridades gubernamentales de los tres niveles para justificar gastos de “inversión” (desvíos de recursos, muchas veces), a los que nadie, ni ellos mismos, visitan como debe. Incluso, el Centro Cultural Mexiquense de Toluca, también lo he visto de esa forma, por razones varias, entre ellas, que las majestuosas construcciones están lejos de todo y de todos.

Más allá de eso, uno no tendría problema en visitar dichos “recintos” culturales cuando la oferta y demanda es buena, pero la mayoría de las ocasiones no atrapan como las ofertas existentes en la capital del país, en la hoy CDMX, porque además de comodidades, transporte, servicios en los distintos espacios, los cuales incluyen poder beber a gusto lo que uno desee, las propuestas rebasan con todo a lo ofrecido por las instituciones estatales.

Durante mi visita al CCMBT, la semana pasada, tuve oportunidad de ver mayor movimiento de visitantes, que no es la cantidad ideal, pero funciona mucho mejor que hace un año. Esta vez mi atracción fue por dos exposiciones nodales para fin de año: “Picasso, la estela infinita” y “Retrato de ausencia” de Jazzamoart, las cuales recomiendo ampliamente, sobretodo la segunda, la del artista plástico y músico, porque hay mucha afinidad con su propuesta estética para este #ServibaryAmigo.

Fue curioso porque me invitaron las autoridades culturales del Estado de México a ver la exposición de Pablo Picasso (1881-1973) y terminé seducido por las pinturas de gran formato de Jazzamoart, la cual estaba en la sala de exposiciones contigua. En la del pintor español me topé con 26 obras originales, 26 aguastintas firmadas por el artista malagueño con esa técnica (aguastintas al azúcar sobre plancha de cobre, que nunca antes se habían expuesto en México), las cuales por sí solas atrapan y expresan todo el sentir pasional de la fiesta brava y que están incluidas en el libro de José “Pepe Illo” Delgado, titulado “La tauromaquia o arte de torear”.

Para los que conocen a Picasso y saben de su excelso historial cubista, tal vez no los seduzca por completo esta exposición, a la cual se le agregó un ingrediente especial por parte de la comunidad extranjera que tiene en su poder estas obras: un diálogo ético y estético de nueve artistas plásticos españoles influenciados por Picasso. ¡Por cierto, nadie me supo decir quiénes eran esos apoderados!

El escultor español Eugenio Merino llegó a México con la obra “Aquí murió Picasso”, en la que muestran una réplica del artista al momento de su muerte, o mejor dicho, como él piensa que fue; el artista vizcaíno Kepa Garraza propuso un óleo sobre lienzo de su serie “Asalto al arte”, en la que se ve a un policía registrar la destrucción o robo de una obra inspirada en Picasso; el artista francés nacionalizado español D’Argyll planteó una serie de cuatro obras de spray con acrílico sobre papel y cartel, las cuales semejan una escaneó del cerebro de Picasso para tratar de demostrar las reacciones del artista a estímulos estéticos basados en el Guernika. ¡Si logran ver los míos se encienden en rojo y púrpura al momento de mencionar todo tipo d excesos!

Por su parte Manolo Valdés se basó en una obra gráfica de gran formato sobre la tauromaquia; Alberto Corazón llegó con dos acrílicos sobre lienzo sustentados en el “Vértigo de Picasso ante Les Demoiselles D’Avignon II”; Miquel Navarro presentó cuatro serigrafías que reinterpretan a Picasso en muchos sentidos; Juan Garaizábal mostró cuatro esculturas de acero, madera, ladrillos y otros materiales de construcción que fueron hechas para “Picasso, la estela infinita”, bajo el nombre de “Cabeza” en serie del I al IV. Ignacio Martín de la Cruz, hizo un videoarte para esta exposición nombrado “Le picador (Tauromachie)” y Bernardí Roig hizo cuatro dibujos en carboncillo creadas ex profeso para la ocasión.

Todos ellos, los españoles, rinden pleitesía a Picasso como su sustento ideológico y estético en algún momento de sus vidas, pero que no sólo queda ahí, porque han hecho otras obras que revitalizan el proceso creativo del pintor malagueño. Además de estas obras, el escultor mexiquense Héctor Flores presentó una obra minimalista, una pequeña escultura en vidrio, basada en la abstracción como influencia del también escultor en su existencia artística.

Ya sin tanta referencia técnica, la exposición de Jazzamoart, “Retrato de ausencia”, no tiene gollete, no tiene parangón en este momento estético, porque no puedes dejar de sumergirte en esos colores tan densos y al mismo tiempo afables, llenos de vida sonora. En verdad, ves cada lienzo y te remite a lo más exquisito del jazz, como también a lo más arrabalero, lo más granado de los suburbios. La obra de Jazzamoart va de lo más nice a lo más llanero, pero con clase, algo así como este #DandyperoPunk. ¡Já!

Como muchos saben, Jazzamoart es un pintor, escultor y músico mexicano que pertenece a la generación de los 50 de la pintura nacional, banda estética posterior a La Generación de la Ruptura. Él ya es un producto terminado, muy hecho, que se dedica a registrar aspectos de la vida de una de las urbes más grandes del mundo: “México TeSmogTitlán”, donde yacen los “Mexicatihaui Lovers”, pero esa urbe de barrio, de cantina, de puteros, de tatachas, de perdedores, como de grandes artistas de diversas épocas, que marcaron un antes y después de este México en constante deformación, tal y como lo demuestra el mural compuesto por varias partes de la CDMX, varios fragmentos de la bohemia de alcurnia, a la borrachera de las cantinas de mala muerte, que de alguna forma delimitaron el ser y estar del mexicano. Si me pidieran una expresión de bote pronto para este veterano pintor diría sin más que se trata de “¡un ser con netez, nitidez y brillo!”.

Con la obra del sesentón Francisco Javier Vázquez Estupiñán (Irapuato, 1951, mejor conocido en el bajo mundo pictórico como Jazzamoart), a uno le dan ganas de emborracharse de placer estético, con la ética del buen bebedor empedernido, escuchando toda clase de jazz, en especial, el vanguardista, el contemporáneo con mucho funk para este #ServibaryAmigo, #ElCinicoMayor con sus #SilenciosEstereofonicos. Claro, él prefiere a los de vieja guardia, pero no estaría mal una entrevista con algo intermedio, ¿no creen? ¡Por cierto, el nombre del mural etílico histórico de la vida nacional se llama “Antro de las mil ventanas”! ¡Una maravilla!

¡Señoras y señores, en resumidas cuentas, vale la pena darse una vuelta por Texcoco, por esos lares del Estado de México en materia cultural! ¡Salud y hasta la próxima!

fmorrina@yahoo.com.mx

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