Celebrando con Pixies en el Zócalo capitalino la salida hace 30 años de “Surfer Rosa”

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SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS

Por Félix Morriña/ Fotos: David Bolaños

Cuando leí que el disco “Surfer Rosa” de la banda de rock garaje, rock indie y rock alternativo estadounidense (Boston) Pixies, cumplía tres décadas de haber salido al mercado, paré en seco mi vida para verme al espejo y remarcar las naturales cicatrices de la vida, de las difíciles decisiones convertidas en actos de sobrevivencia y de los logros con éxito obtenidos en ese mismo tiempo de ejercicio periodístico, en donde lo he pasado de todo, siendo feliz y proporcional grado de insatisfacción, lo que me hace pensar en redireccionar el barco en su destino, toda vez que en el concierto del Zócalo de la CDMX, la noche del pasado sábado 10 de noviembre, supe que debía reencontrarme con la gente que me ha nutrido mucho más que decenas de personas en toda mi vida.

La vida me dio un regalo a través de una mágica señal: debo separar todo aquello que no me aliente, alimente o nutra; modificar actitudes y aptitudes, así como replantear el rumbo a seguir, desde la perspectiva más conveniente a mis intereses personales para obtener mayor felicidad. Debo alejarme de todo lo que me haga daño, incomode o moleste, porque debo cuidarme para estar bien conmigo y luego entonces, poder aportar a quienes se atrevan a estar conmigo. Los paseos dantescos deben ser ocasionales, sólo para recordarme que ese ya no es mi lugar.

El día del concierto fue especial desde mediodía, porque tuve la oportunidad de allegarme recursos para ir al concierto, el equipo de la Art Factory Gallery se quedó trabajando en mi departamento de “Infiernavit” San Francisco de Metepec, en el altiplano mexiquense y este interlocutor se lanzó a la aventura del Zócalo capitalino con la añoranza de resolver cualquier inconveniente. Todo estaba hecho para que ese día fuera el segundo concierto para festejar mi “Renacimiento 48” (el primero fue el conciertazo de Public Image Ltd).

Mientras iba en el autobús de Toluca al “Obligo de la luna”, entró una llamada de Óscar Ibarra, un asesor político del “Perderé” (PRD), quien me preguntaba si iba a la megalópolis defeña a ver a Pixies. Acto seguido lo cité en el Auditorio Nacional para que nos acompañáramos en este intenso viaje a nuestro formador pasado universitario, porque Pixies es una banda que gusta mucho en ese sector de la sociedad, a la gente pensante que gusta de buena música rock intensa, pero de buena composición.

Llegamos a la capital para respirar otro aire, otra manera de querer y amar, lejos del intenso helado frío del altiplano mexiquense, para ver a una de sus amigas en una zona tan decadente del Zócalo, como para no volver jamás. Ahí me di cuenta que escapé de esos lugares, porque sólo me sirvieron para reafirmar carácter y entrenar en la sobrevivencia. En algún momento viví cerca de ahí, en un lugar que debe estar peor que nunca, La Lagunilla, atrás de Garibaldi. ¡Volveré sólo para saber que Dante anda por ahí, y estar seguro que goza de cabal salud!

Una vez en el Zócalo, ¡lo que es el destino!, me encontré con mi vieja banda del barrio, Los Malhechos, no lo podía creer, no sabía si llorar, alarmarme por la coincidencia (¡No las hay, men!), sufrir por el abandono de esas tierras que me forjaron a sangre y fuego, donde aún viven mis progenitores; todos los sentimientos encontrados fluyeron. Miré la Catedral metropolitana, vi las imágenes en pantallas gigantes del siempre regordete cantante con gafas oscuras y líder de Pixies, Black Francis, vi al cineasta Bulmaro Osornio coordinar el encuentro con el resto de la banda que se juntó casi toda para esta memorable ocasión.

Nunca imaginaron verme, pero dijeron: “Falta el pinche (Morriña) Fox aquí. Seguro anda por aquí el cabrón. Ojalá se aparezca”, ¡y madres!, que llego por detrás gritándole con todo al bribón de Reyes, que al verme se quedó pasmado, mudo, con los ojos desorbitados. ¡Maldito! ¡Llegaste! Ve para adelante, ahí están todos, sólo falta la “Mosca” Torres. ¡Todos felices!

Sobre el escenario, vestidos de manera elegante, como debe ser chingaos, estaban el guitarrista Joey Santiago; el baterista David Lovering, la bella bajista argentina Paz Lenchantin, quien sustituye a la bonísima Kim Deal, y por supuesto, el jefe Black Francis. Las rolas que nunca paramos de bailar fueron “Gouge Away”, “U-Mass”, “Crackity Jones”, “Monkey Gone To Heaven”, “Bone Machine”, “Caribou”, “I’ve Been Tired”, “Subbacultcha”, “Brick Is Red”, “Nimrod’s Son”, “Mr. Grieves”, “Here Come Your Man” y “The Holiday Son”.

La pre fiesta de cumpleaños estaba completa, pero no, faltaban más regalos, gracias a que seguí mi instinto, abrí mis sentidos, me concentré y como animal, olí a mi vieja manada, encontré el camino a casa, abracé a muchos de mis fieles seguidores; me reencontré con los míos, muchos de saco, entiéndase con el sentir y vestir del adulto contemporáneo. ¡Yeaaaaahhh!

De las casi dos horas de concierto, estuve con Los Malhechos tres cuartas partes, bailamos como antaño, slam sobre tu propio eje, volvimos a ejercitar nuestro derecho a la libertad creativa, inventamos nuevos pasos; la alegría, uno de los mejores regalos de la vida, estaba dentro mío, me poseía como se hace a una mujer amada, como si estuviera bailando con mi Chryssie Hynde del altiplano mexiquense al unísono.

Mi camarada Óscar Ibarra también estaba en su ritual con su amiga, en su propio eje cartesiano, en su lugar en el universo. Él fue el que me dijo: “¡Busquemos mejor sonido!”. Me despedí de mis amigos, como se hace en un encuentro de esta naturaleza: “¡Por si no te vuelvo a ver, feliz muerte amigo mío. Gracias!”. Al encontrar el mejor sonido, también me encontré con más gente conocida, entre ellas, sin que lo hubiésemos planeado, apareció Wendy con su pareja buscando a su hija, fan de Pixies. Wendy es una amiga que me apaga la resaca, aparece cuando debe y desaparece de igual forma. Le agradecí la fantasmagórica aparición cantando el éxito de Pixies: “Where Is My Mind?”, pero antes cantamos como loquitos “Vamos”, “River Euphrates”, “Dancing The Mannta Ray”, “Down To The Well”, “Dead”, “Broken Face”, “Isla de Encanta”, “Debaser”, “Wave Of Mutilation”, “Tame” y “Gigantic”. ¡Locuraaaaaaa!

Todavía nos dio tiempo de ingerir algo de cerveza en una cantina de la calle Regina del Centro “Histérico”, volver con la satisfacción garantizada a Toluca en el automóvil de Óscar Ibarra, llegar hasta mi hogar con el cansancio propio de un guerrero tras la batalla con gloria, para contarles a los otros guerrero de la Art Factory Gallery (el artista plástico Julio Zepeda, el ingeniero Omar Serrano, el diseñador Iván Álvarez, la promotora Karel Aguirre y el camarada Milton), todos los regalos que la vida me ha dado hasta el momento.

Para concluir esta entrega, les comparto queridos lectores, la letra de una de las canciones que más me representan de los Pixies: “Monkey Gone To Heaven”, así como el video del concierto celebrado en el Zócalo de la Ciudad de México, la memorable noche del sábado 10 de noviembre, último evento de la Semana de las Juventudes.

Nos vemos el sábado en la Art Factory Gallery (Villada # 423, Santa Ana Tlapaltitlán, Toluca, México, frente al restaurante Norte/Sur de Comonfort), a partir de las 19 horas, para festejar mi cumpleaños con la clausura de la Expo de Fotografía Erótica del Grupo Des Enfoque y la música jazz de Manu Aldape y su New Blue Gravity (NBG). ¡Salud!

“There was a guy/ An under water guy who controlled the sea/ Goy Killed by ten million pounds of sludge/ From New York and New Jersey/ This monkeys gone to heaven/ The creature in the sky/ Got sucked in a hole/ Now teres a hole in the sky/ And the grounds not cold/ Everything is a gonna burn/ Well all take turns/ Ill get mine, too/ This monkeys gone to heaven./ Rock me Joe!/ If man is 5 (3X)/ Then the devil is 6 (5X)/ The god is 7 (3X)/ This monkeys gone to heaven”.

“Había una vez un chico/ Un chico que vivía bajo el agua que controlaba el oceáno/Fue asesinado por un millón de libros de lodo/ Desde Nueva York hasta Nueva Jersey/ Este mono se fue al cielo./ La criatura en el cielo/ Fue chupada por un hoyo/ Ahora hay un hoyo en el cielo/ Y el suelo no está frío./ Y si el suelo no está frío/ Todo lo que hay se quema/ Todo da vueltas/ Y yo tomaré lo mío, también/ Este mono se fue al cielo./ ¡Rockéame Joe!/ Si el hombre es el 5 (X3)/ Entonces el demonio es el 6 (X5)/ Entonces dios es el 7 (X3)/ Este mono fue al cielo”.

fmorrina@yahoo.com.mx

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