Quién es ese adolescente que está ahí, parapetado detrás de un poste, los zapatos hundidos en la tierra, moviéndose de un lado a otro para esquivar o cubrirse o lanzar los proyectiles provenientes – dirigidos- a guerreros que al final deberían proclamarlo como el vencedor de la batalla.
Quién es ese otro que levantó una roca, supo que en algún momento descargaría la furia por aquella ofensa a él, que nunca había permitido comentario, menos burla alguna por sus ojos ocultos, deformes por los infames vidrios que lo afeaban y no obstante le devolvían las imágenes nítidas del mundo. Ahí estaba el objetivo, se acercó, calculó, abrió las compuertas y dejó salir el torrente de furia, lo que le dio fuerzas para levantar la piedra, afinar la puntería y estamparla en el motivo de su resentimiento y de su envidia.